Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


No viviremos aquí

08/06/2023

Empresas del sector inmobiliario adquieren pisos céntricos, soleados, en zonas privilegiadas; sus dueños los tenían alquilados a personas muy mayores -llevaban en esos pisos toda su vida-, con escasa jubilación; los alquileres seguían siendo asequibles. El poderío del dinero, hizo que esos pisos se vendieran y, más tarde, se transformasen en pequeños apartamentos. Quienes pudieron pagar mucho más, por habitarlos, engrosaron las cuentas de la empresa, para eso nació. Los inquilinos desplazados del lugar que lo tenía todo: amistades, vecinos conocidos, tiendas en las que eran atendidos y nombrados  por su nombre. Vino el cambio: el centro, para los jóvenes, los viejos no importan. 
Se vieron obligados a vivir en barrios periféricos, lejos del lugar en el que formaron familias, dieron educación a los hijos y éstos hallaron trabajo. Final del cuento: infeliz. No iba de hadas ni príncipes. ¿Saben lo que significa vivir en lugar donde todo es nuevo para la persona mayor con pocos recursos económicos y mínima movilidad a veces? Se sentirá perdida durante mucho tiempo, si es que logra adaptarse. ¿Encontrará a alguien que quiera echarle una mano si necesita ayuda, al menos durante los primeros días, como ella -tal vez- hizo cuando fue joven con otras personas mayores? 
Me contaba una amiga que lo que más extrañó cuando ya no pudo vivir en una calle céntrica de La Coruña, la del Torreiro, era no poder comprar la barra de pan sin sal que la panadera le había guardado, día a día, desde que, por causas médicas, le fue prohibida la sal. Imaginen, parece una pequeñez, pero no lo era. Hablar con aquella persona que cada día la atendía con cariño, simplemente porque le compraba una barra de pan, era gratificante para quien vivía sola. Los recuerdos no nacen solo porque sí. Surgen por motivos similares, la ruleta de la vida da siempre las mismas vueltas aunque tome otras derivas. He leído un interesante artículo que firma Jordi Amat, en El País y que titula: El talento expulsa. Los profesionales digitales tienen alto poder adquisitivo porque ganan mucho  más. Son creativos, inteligentes y se permiten el lujo de cambiar de empresas para subir a puestos más altos y gratificantes. ¿Dueños del mundo? Pero nosotros ya no viviremos aquí.