Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Truenos

10/06/2023

En las noches de casi junio, como no queriendo reconocer que, tarde o temprano, por San Juan es el verano. Truenos, que quisieron ser de tormenta y lluvia, pero que solo atormentaban en su amenaza muy cumplida. Rayos con centellas que apenas asomaban, aunque se querían vislumbrar relámpagos a lo lejos. Porque, por alguna extraña razón, las cosas siempre ocurren más allá, a otros, en otros lugares, en otras situaciones y circunstancias. Aquí, sin embargo, desde el observatorio meteorológico del corral, lo que brinda el tiempo es más tiempo, casi parado, sin motivos ni causas. Así arranca la carta que está escribiendo Tiburcio, que bien quisiera ser epístola según sus vivencias. Y mientras tiembla con el bolígrafo sobre el papel, resulta que empieza a calar sobre mojado y la tinta se convierte en arte abstracto para no dejar ni secuelas ni consecuencias. A lo mejor debiera usted entrar dentro, que parece que arrecia. Nada, me dice. Ojalá fueran chuzos de punta, sin embargo, apenas resbalan las gotas por el pino y la encina. Como la mojama, así nos quedaremos; acecinados, envasados al vacío, boqueras sin aliento, como pajarillos que caen fulminados desde el tejado de enfrente. Mejor vamos a la cocina, que por estos pagos sigue siendo sala de estar. O al comedor. Y me dice que no, que allí es donde se reciben las visitas. Cosas de la idiosincrasia local, que para entenderlas debes de ser o haber sido del lugar. Pues vale. E insiste en el vano intento de ungir párrafos a golpe de estilográfica. Se borra. Y vuelta Perico al torno. Sabe de sobra lo que está pasando, aunque no me atrevo a preguntar quién es el destinatario. No termino de entender su letra, pero me suena la cantinela. Déjelo, digo, no merece la pena que siga en sus trece. Si ya saben todos lo que piensa y opina, no siga dando la tabarra. ¿No ve que la gente es feliz con lo que hay? ¿Qué necesidad tiene de seguir reivindicando lo mismo? Tal vez tenga que asumir que el error es propio, no ajeno. Da igual que llueva o que escampe; quienes creen a pies juntillas que el día es de la Luna no van a cambiar a golpe de metáfora. Y sigue callado, resbalando la mano por la frente como para equilibrarse. Peor sería que te pasaran la mano por la espalda. Sea.

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