Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Un ilustre patatero

09/06/2023

Uno de los personajes en los que pensaba para aquellas entrevistas, era, además, pariente, de Quintanilla de las Torres, a pocos pasos de Valderredible, en la comarca de Campoo. A veces, una conversación sirve para emprender un viaje a otro momento de la historia, en compañía de gentes con alma, de personas que con menos recursos, en momentos tan duros, salieron adelante tirando de intuición y de ingenio. Se trataba de ir descubriendo a los lectores historias y habilidades de sus paisanos, al mismo tiempo que se les rendía un homenaje. Apolinar Fernández de Lózar nació en la casa rectoral de El Campo. Pasó sus primeros años en San Salvador. En Cardaño empezó a trabajar como autónomo, cambiando sus mercancías por patatas. Cuando reunió quince mil kilos y después de un largo caminar con la muestra en el bolsillo, coincidió en una fonda con un importante comprador de Madrid, Francisco Fernández Leal, al que vendió las patatas a 25 céntimos el kilo. Así fue como este pariente y paisano se inició en un negocio que dio trabajo a muchas mujeres de la comarca de Valderredible, otra vez instalado definitivamente en Quintanilla de las Torres. ¿Conoce Valderredible? -le pregunto. «Lo conozco como Pernía. Te digo todos los pueblos ahora mismo. Conozco todas las cocinas y las cuadras, sobre lodo las cuadras, porque cuando iba a comprar las patatas el trato se hacía en las cuadras, que era donde estaban trabajando». Fue tan intensa, tan amena, tan ilustrativa aquella entrega que no se me olvida su referencia al primer coche que tuvieron, uno de los primeros en la provincia. «En 1914, cuando empezaron las obras del pantano, sólo había caminos muertos y yo, como hijo mayor, iba con la caballería a buscar los géneros a Cervera. En 1918 compró mi padre una tartana, una 'serré' que llamaban. En 1919 compró un coche con tres caballos y cuatro ruedas. En 1921 compramos el primer coche un Ford, modelo T, descapotable, sin cambios, ni delta, ni encendido. En el salpicadero llevaba cuatro bobinas, de ahí salían cuatro cables, cada uno de un color, que iban a las cuatro bujías. De las bujías salían los mismos cables al distribuidor. El arranque se hacía a manivela. Entonces en la provincia había cinco coches. El obispo y el gobernador tenían coches de caballos».

ARCHIVADO EN: Madrid, Ford