Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Hacer hogar

24/10/2023

Está visto que tenemos que modificar nuestra forma de vida, de vivir y de relacionarnos, con abecedarios más comprensivos y con honestas actitudes que van más allá de las barreras geográficas territoriales, del lugar donde se habite o se haya nacido, o de nuestros propios intereses económicos y políticos, que suelen aplicar la consigna del «divide y dominarás». ¡La confusión es tan grande como la falsedad sembrada! Todo se cuestiona, pero a favor del poder y de sus privilegiados. No hay un auténtico proyecto de amor colectivo; y, así, la sociedad se retrotrae, reduciéndose a la prepotencia del más fuerte en un estado salvaje.
La humanidad tiene su sustento en el calor de la ternura y sus pasos en la efusión del lazo de los diversos latidos, que se afanan y desvelan en hacer hogar y en rehacerse con la quietud de una mirada que acaricia y no envenena. Hay que descontaminarse. Quizás nos sea saludable dejar de violar los derechos humanos, que han de ser iguales para todos.
Nuestro memorándum común está ahí, innato en nosotros, llamándonos a ese soplo cooperante y de concordia, a través de un multilateralismo inclusivo, interconectado y eficaz, para responder mejor y ofrecer resultados esperanzadores a las personas y al planeta. Ciertamente el futuro es nuestro y todo se cura con el impulso del amor y con el ejercicio de amar. 
De entrada, tenemos que comenzar por activar los horizontes comunes, porque en toda contienda lo que aparece en ruina es el mismo proyecto de comunión fraterna, inscrito en las entrañas existenciales de la vida y en la vocación del tronco humano, lo que nos exige otra pedagogía, más de amor que de armas. Nos toca cimentar fusionados la ecuanimidad y el sueño de la conciliación. 
La Carta de las Naciones Unidas, que entró en vigor hace ya muchos años, nos marca el camino para curar las parcelaciones, reparar las relaciones y caminar como poetas en guardia, sorprendidos por la mística pictórica que nos enlaza entre sí. No destruyamos las raíces que nos enraízan con el edén, extendamos los brazos para abrazarnos y no dejar a nadie atrás. Unidas las naciones como Naciones Unidas, el porvenir se llena de ilusión. ¡Practiquemos el corazón!