Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Azar

23/12/2023

A los agraciados por la lotería, nuestra más sincera enhorabuena. Que nunca está de más tener unos pocos billetes para «tapar agujero», expresión popular que ayuda a salir a flote en unos tiempos donde la culpa de los males económicos -si los hubiere- siempre es de otros y cuyos nombres y apellidos van variando en función de creencias e ideologías. Pero hoy toca hablar de la suerte de los afortunados que vivirán una Navidad más placentera, que ya se sabe que el dinero no da la felicidad, pero en algo contribuye. Y si nos cayó alguna pedrea pues ya tenemos remanente para tentar a la del Niño. Esperanza y fe en la causa nunca faltan, que unos dinerillos llovidos del cielo/diosa Fortuna son algo así como un maná improvisado que alivia lumbalgias y acelera hormigueos de emoción incontrolada. Por lo general no suelen ser cantidades que resuelvan la vida para siempre, aunque permiten ciertos desahogos que de otro modo serían imposibles. Y sí, nada mejor que la salud, algo que hoy puede ser el slogan de la mayoría, que han /hemos sido espectadores pasivos de los champanes rodantes en telediarios y noticieros variados. Es muy probable la frase de «ha estado muy repartido», o lo del barrio obrero o por nuestra región/ciudad pasó sin pena ni gloria. Bueno, vaya usted a saber, que el artículo está cerrado antes del asunto en cuestión y a lo mejor resulta que nos ha caído la del pulpo y estamos todos desde ayer de jarana y resacón emocional. No estaría mal. Pero, si anda por estos pagos leyendo, lo más factible es que esté mirando el desplegable de los números, haciendo cuentas por ver si recupera lo jugado. Ya sabe, a priori, lo importante es participar y lo segundo, seguir intentándolo. Así es la cosa del boleto y del décimo, que no tiene piedad ante nuestras súplicas y plegarias. Y es que el santoral no da abasto, que bien sabido es que todos suspiramos por lo nuestro, que merecido nos lo tenemos. En fin, casi seguro que procede seguir trabajando -que no deja de ser una suerte-, madrugando, acudiendo a nuestro destino diario para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Castigo divino por saltarnos a la torera las normas del Paraíso. Si fue bendecido, mi envidia más sincera. Si quiere compartir, ya sabe.