Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Tundidor. La muerte de un poeta  

06/05/2021

El dos de mayo, en primavera, hemos perdido a un amigo poeta. No siempre los poetas amigos se nos van en el mes de enero. Jesús Hilario Tundidor era  grande de cuerpo y mente. Ejercía como maestro en Olmillos cuando ganó el Premio Adonais, 1962. Por unanimidad. Lo supo por dos buenos amigos suyos, Maruja y Valentín Pascual. ¡Si no me he presentado…! Sí, habían enviado el poemario su mujer, Chari, y Maruja. 
Siguió escribiendo. En Rocamador se publicaron algunos de sus versos  y, en Diario Palentino, mi marido le dedicó dos artículos, 22 y 23 de mayo de 1978. Aún no lo conocía personalmente. 
Fuimos a Zamora, a su casa; nos presentó a Pedrero y San Gregorio, pintores amigos suyos, y a Waldo Santos, poeta, que nos llevó a descubrir el encanto de San Pedro de la Nave en el momento exacto en el que los rayos de sol incidían en todo el esplendor de la piedra tallada. Luego, en Salamanca, estuvimos juntos y, entre otros, con Pepe Ledesma, Pepe Hierro, Manolo Ríos Ruiz, tres días inolvidables. En Burgos, coincidimos con Santonja y Juan Vicente Herrera, en la inauguración del Palacio de la Isla. También, en varios Premios Literarios en el Sur, y en Las Jornadas de Poesía que organizaban Julián Alonso y Marcelino García Velasco. 
La última vez que compartimos abrazo y cariño fue en Valladolid porque nos invitó al recibir el Premio Castilla y León de las Letras en 2013, entregado por Juan Vicente Herrera. Estaba pletórico, feliz. Un premio bien merecido.
Jesús siempre cuidó la amistad a pesar de la distancia. Decía de Madrid que era la Babelia contemporánea, que enseñaba a ser humilde con su monumentalidad, que tenía grandes escritores y rincones hermosos. Así como en Valencia descubrió el mar que le hablaba de «un hondo e intenso llenarte, de un eterno retorno a la vida», en el Retiro madrileño encontró la paz porque contactó con la Naturaleza que le devolvía a su ciudad natal, su Zamora nunca olvidada, aunque se consideraba madrileño de adopción. 
Estos días los títulos de su inmensa obra, y sus premios, están en boca de críticos, editores y amigos. Quiero recordar a Tundidor, con este recorrido, más bien sentimental, porque cuando todo está bien dicho no vale la pena añadir nada más. Charo y Jesús, siempre en nuestro corazón.