Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Reinas y fiestas de la vendimia

24/08/2023

Hace años, uno podía jubilarse a los sesenta años. Y mi marido, 37 años trabajados, lo hizo; yo, más adelante, 40 años, seis meses y unos días de deber cumplido. Lo habíamos planificado, así se decía. ¡Qué ilusión! Marcelino aseguraba, testigo soy, que era maestro a las horas debidas y poeta a las no debidas. Aproveché 15 días en la parcelilla donde, ahora, hay más yerba que césped. Ordené, atesoré y me traje sus escritos: conferencias, presentaciones de libros, hermosos poemas dedicados a las muchas Reinas de las Fiestas cuando ganó, tantas veces, la Flor Natural  en aquellas Fiestas de la Vendimia que los dueños de las bodegas importantes organizaban, en reñida competición con el bodeguero del pueblo de al lado. Una vez ganó en Tomelloso y Daimiel. El acto a la misma hora. En el primero deberíamos asistir «porque la Fiesta era espléndida». 
Sin embargo, Marcelino quiso estar con sus poetas amigos y lo pasamos mucho mejor. El enfado fue enorme porque se quedaban sin poeta que pasease a la Reina y bailase con ella en los hermosos jardines de los que cuidaba el Ayuntamiento. Sí, comprendo, fue una faena. Fuimos a Tomelloso, cenamos en un local limpio, adornado para la ocasión y con la Reina inmensamente más hermosa, y pobre: no hija de bodeguero importante.
Nos acercamos a Astudillo donde pregonó las Fiestas y la Reina era muy linda moza. Pues bien, cuando Marcelino iba delante con ella y yo, detrás, con la mujer del alcalde y demás invitados, se me acercó un señor de edad avanzada majo él, simpático. Y dijo «oiga señora, y perdone usted, mejorando lo presente, se ha fijado qué guapa es la Reina». Sí, contesté. Este pueblo reúne belleza. De Astudillo sale el Sol, sus mujeres. Allí vivió Marcelino su tiempo amarillo la infancia.