Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Veganeando en Santamaría

28/10/2022

No soy vegano. Yo nací, como quien dice, en una carnicería, y allí, entre las labores propias del oficio, con patatas de la abuela Ascensión y sopas de pan de la abuela Lorenza, fui creciendo ajeno al veganismo que, en la actualidad se define como un estilo de vida minoritario e incluso marginal, pero de rápido crecimiento. El asunto ya se ha normalizado tanto, ha ganado tantos adeptos por el mundo que no es extraño encontrarse un vegano en cualquier parte, pero que alguien abra un restaurante vegano en Santamaría de Redondo y pueda vivir de ello en aquel valle nos parecía casi imposible, aunque resultó cierto, y fue un ejemplo de que si hay voluntad se puede. Lo evidencia el hecho de llevar varios años abierto, ella nacida en Lebanza y, su compañero, mañico, enamorado de esta tierra.
En junio, con motivo del cumpleaños de la prima Hortensia, que nació en Polentinos, y siguiendo la estela de su hija encontró una motivación para vivir su jubilación cerca de su familia y de su querido pueblo, nos invitó a una comida en el vegano de Santamaría de Redondo. Allí estaban Lourdes y Miguelín, que venían de Burgos; su hija Marta y sus nietas Irene y Leire; su yerno Javi, natural de este precioso pueblo de la sierra; su prima Nieves, su hermana Feli y su cuñado Esteban, carnicero de la villa. Yo creo que ninguno de los presentes era vegano. Pero todos habíamos oído hablar del restaurante Las Encinas.
Y cuando entras por primera vez, pues parece que te metes en otra dimensión, vas a la expectativa, que no desentones con un menú que, en mi caso, nunca probé antes. Vamos a ser sinceros, porque donde se anuncia tanta carne de calidad parece un pecado meterse un plato de hamburguesas veganas o de ñoquis, pero la experiencia fue buena, seguro que repetimos y ya de paso nos damos un paseo hasta el Ribero Pintado o, si hay ganas y buen tiempo, podemos subir a Cueva Cobre.
En Santamaría de Redondo nace en 1796 Gregorio de Mier y Terán, y allí se conserva la casa con su escudo. Gregorio emigra a México en 1818, tenía 22 años, y va siguiendo los pasos de su tío Antonio, de quien recibe en herencia ranchos, haciendas y numerosas fincas urbanas.