Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Deberes

13/09/2022

La hipocresía habita tan próxima a la lealtad, que la prudencia ha de activarse cada día. La armónica sensatez, precisamente, tiene su manantial en esos hogares de diálogo sincero, de tolerancia correspondida y también de esfuerzo. Aunque la soledad impuesta nos domina; y, para colmo de males, hay una mentalidad antinatalista que verdaderamente nos empobrece como linaje. Así, cada día es más complicado formar un tronco, proyectar el amor verdadero, reintegrarse y ser acogidos socialmente.  Deberíamos comenzar, pues, por ser francos con nosotros mismos. La sanación comienza mar adentro, en nuestros inconfundibles fuegos místicos. A poco que nos adentremos en nuestro privativo espacio viviente, notaremos las graves consecuencias de esta enemistad manifiesta, en estirpes despedazadas, con retoños aniquilados, abuelos dejados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados y sin reglas, existencias confundidas y presencias empedradas. Son los efectos de nuestros aires de resentimiento en las relaciones humanas básicas, los que realmente nos predisponen a una personalidad violenta. Continuar cautivos a este desamor nos lleva a la destrucción. La familia ha de rehacerse, por muy duro que nos parezca, en esa capacidad de amar y de enseñar a amar. No hay mejor acompañamiento para enfrentar el cambio de vida, que avivar los lazos y verter comprensión. Suele faltarnos esa actitud conciliadora, de guardia y servicio constante, tanto en el donarse como en el absolverse, sin reclamar pagos, por el solo gusto de ofrecer caminos de encuentro. A propósito, quiero recordar el saludo, mediante una mirada amable, que le di a una persona que había dejado su país, no sólo su hogar, también a su genealogía, se sentía muy sola, tremendamente despoblada en un boulevard repleto de gente, y que alguien le saludase, -me dijo-, «fue como tener mucha sed y beber un vaso de agua». En el fondo, esta situación vivida hizo que recordase algo tan esencial como que todos estamos predestinados a volver a empezar. No podemos permanecer prisioneros de tantas ataduras, necesitamos un espíritu libre y alegre que destierre de nosotros estos persistentes tormentos de luchas sanguinarias.