Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Una reflexión

13/08/2020

El 31 del 11 de 1997, Marina Mayoral publicaba un artículo con este título: Horrible castigo. Lo conservo. Decía que un edil de un pueblo del Sur de España, cansado de que los jóvenes desobedecieran las normas de tráfico y no pagasen las multas, decidió imponer como sanción la lectura de un libro, y para demostrar que se había pagado la multa, deberían presentar un trabajo sobre el mismo, que sería evaluado por la bibliotecaria. Iniciar desde pequeños en el hábito de la lectura, es algo que cada profesor en los diversos cursos se esfuerza por lograr. Sin embargo, si falta la lectura comprensiva, leer mecánicamente impide que el cerebro procese: aburrimiento y desgana llegan de inmediato. Un buen lector disfruta porque la lectura le proporciona placer. Me pregunto qué pasaría si se penalizase de ese modo a los jóvenes que pasan de mascarillas y normas sanitarias sin importarles que paguemos las consecuencias quienes, la inmensa mayoría, somos respetuosos con ellas, nos cuidamos y, en consecuencia, evitamos la propagación del virus. Es posible que en las redes sociales que tanto utilizan, para bien y para mal, apareciesen mensajes llenos de intolerancia, protestas masivas en espacios públicos, faltas de respeto e insultos a las autoridades que vigilan para evitar aglomeraciones, botellones. Y, sin embargo, qué bueno sería que además de pasarlo bien en grupo y sumergidos en ese gancho de móviles y grupos de whatsApp, nuestros jóvenes comprendiesen que un tiempo de calma y relax puede proporcionarlo la lectura de un libro.