Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Estímulo social      

19/01/2021

Una sociedad es tanto más humana cuanto más se donan entre si sus gentes, protegiendo a sus miembros frágiles y a los que más sufren, procurando siempre que nadie se quede solo, se sienta excluido o abandonado. Hay que favorecer la concurrencia, lo que nos exige el lazo de una colectividad más justa, caracterizada por una mayor fidelidad, basada en la permanente entrega generosa. Los sentimientos de odio y venganza no tienen sentido. Hay que derribarlos de la mente. Lo importante es sentirse parte de ese todo, con el que ha de reconciliarse y aglutinarse, para que la vida pueda continuar tejiendo sus abecedarios naturales. 
Está visto que, con el uso innecesario y excesivo de la fuerza nada se consigue, lo fundamental es socializar el hecho de pertenecer a la misma familia humana. Por consiguiente, si el prójimo debe sentirse próximo en todo instante y en cualquier lugar, también nuestra capacidad de servicio no debe servirse de nadie y menos a ninguna idea, únicamente a las personas, por lo que son y representan. De ahí, que dicha asistencia deba de mirar siempre el rostro del análogo, aquel que camina a nuestro lado, que nos acompaña incondicionalmente, ya no solo de manera personal, sino también de forma comunitaria, lo que nos requiere de una realidad en la que nadie se sienta ignorado, víctima de injusticias sociales que niegan sus cabales. 
En consecuencia, el estímulo social del ser humano es algo inherente a toda existencia viva. Hagamos autocrítica. Valoremos ese espíritu donde vivimos, donde nos hallamos, para dejarnos de engañar unos a otros. Indudablemente, el impulso general debe fomentar un mayor bienestar, siempre que no perdamos el horizonte del sentido de la responsabilidad en el campo familiar, profesional y cívico, la iniciativa de cada cual y la libertad misma en el ejercicio de las obligaciones y derechos fundamentales de la vida. Lo importante es no dejarse arrastrar por nuestras miserias humanas, por ese impulso ciego dominador, que no reconoce ni respeta la riqueza vital que todos llevamos consigo.