Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


El médico en casa

27/10/2022

Hace años, los hijos eran pequeños, si no tenían amigdalitis, tosían, el estómago les dolía, la fiebre era su amiga o se negaban a comer. La familia buscaba solución acogiéndose a una iguala médica, así se conocía la relación entre médico y familia que recibía, a cambio de una cuota, atención puntual precisa. En Valladolid nos atendía don Luis Jolín y, antes que él, su padre don Víctor Jolín. En varias ocasiones, yo era la mayor, al finalizar la visita, casi siempre a una de las pequeñas que se agarraba todo, él me llevaba hasta la Calle Mantería, junto a la iglesia estaba mi colegio, Carmelitas de Madre Vedruna, pasado un tiempo, el Papa la declaró santa. 
Ya en Palencia, casada y con tres hijos, mi marido y yo, hicimos lo mismo que mis padres y tuvimos la suerte de que nos admitiera como pacientes nada menos que don Manuel Maraña a quien debo el haber salido de una meningitis que pudo ser grave. Los médicos que hoy denominamos de familia cumplen ese cometido tan importante en las Consultas de su especialidad, pero no sé si van a casa únicamente si el cuadro que presenta el enfermo es serio.
Les cuento todo esto porque voy a hablarles del doctor Daniel Suárez, médico colombiano que el pasado día 22 se desplazó desde Valladolid para observar el mal estado en el que se encontraba mi marido tras recibir, el día 19, la cuarta dosis de vacuna contra la covid. Buscó solución acertada al problema. Yo había intentado, desde las primeras horas de la tarde del 22 comunicarme mediante varios números de teléfono con la persona que pudiese ver lo que notaba en el enfermo: que había empeorado. La solución, quizá, pedir una ambulancia. Pero lógicamente, eso no debía hacerlo: un médico debería ser quien, en caso de gravedad, la solicitara.
Desplazarnos hasta la clínica, no era posible pues no podía andar y se cayó. Desde la Plataforma de Recursos de Urgencias de ASISA, prometieron ayuda. Conocimos a este simpático y cualificado joven que se convirtió -recuerdos infantiles- en aquel médico que, en Valladolid, solucionó problemas de salud, animaba y se hacía querer. Me gustó el respeto con el que trataba al enfermo y cómo analizó cada síntoma. Quizá él nunca lea esta columna. Reflejo aquí mi agradecimiento por su humanidad y sabiduría.