Sobran muchas cosas y faltan otras tantas. Al menos en lo rural, tan de moda ahora por imperativo legal y coronavirus de marras. Dice Tiburcio, ya saben, que por estos pagos se hizo de la austeridad virtud, que se andaba con lo justo y que muchos se tuvieron que marchar fuera a ganarse las alubias. Tiempos duros los de antaño, cuando lo de ser de pueblo tenía un marchamo que escondía atisbos poco afortunados en cuanto a las definiciones. Me entienden perfectamente. El caso es que, entre flautas y tamboriles, el morador del campo fue mermando y su población descendiendo. Tal vez ni se supo explicar. O lo que es peor, no se quiso. Se habló de falta de oportunidades y a partir de ahí, todo lo demás. Buscar culpables hoy sería injusto, pero como hay que tener memoria histórica para mucho, convendría. El caso es que aquí nos vemos, a retaque que decíamos el otro día, moviéndonos entre los colores verde y naranja, con normativas que también se podrían discutir serenamente y con servicios que no están operativos por el bien de todos. Ja. Pero no tengo líneas suficientes para resumir los pensamientos de nuestro sabio. Eso sí, mientras se fuma su Reig7, a dos metros de todo, se le revuelven las tripas cuando lee las noticias que referencian que los remanentes de caja municipales podrán ser confinados por Hacienda. Otra pandemia, dice. Primero se finiquitó el desarrollo probable  y con él, emigró mucho personal. Y ahora, cuando parecía que podía verse alguna luz, toca donarlo para tapar las vergüenzas ajenas. Va.