Toyi Marcos Sosa

Desde mi ventana

Toyi Marcos Sosa


Ser feminista y gritar

29/08/2021

En países donde la mujer va señalando terreno, resulta más fácil. Lo incierto, es tener que callar por temor a represalias pues desde que nacen, ya están marcadas por aquellos que han nacido de MUJER en un mundo despiadado. Es siglo XXI y aún existen países en el medievo. Las luchas intestinas por el poder se intensifican sin piedad y las hordas arrasan al mando de hombres que se erigen en dictadores de sus credos que, sin que el Mundo conozca la razón, las mujeres han de purgar todos los pecados de la humanidad, como si fueran culpables… ¿de qué? Incluso hay países donde son vendidas; muchas son violadas y puestas a trabajar como mulas de carga a las que se puede azuzar con látigo.   
En occidente y otros países del mundo, tenemos la suerte de que las mujeres llegan a  ser ministras. Han tenido la oportunidad de estudiar, compiten con el hombre, aunque todavía, en niveles muy por debajo pero sin rendirse luchan, y aunque sea a pasitos cortos, avanzan. Pero aquél país que excluye a las mujeres, nunca avanzará.
Ser mujer y afgana es símbolo de dolor, opresión, trastornos sicológicos. Ser mujer afgana, hoy, significa perder los pocos derechos conseguidos. Es ser víctima de la violencia física, sexual y psicológica dentro de una situación difícil que coarta su Libertad. Es ser madre adolescente y vivir en una cárcel de rejillas sin que el aire acaricie su cara. Es no acudir a la escuela y tener que soportar una sociedad arcaica dominada por hombres, muchos de ellos, analfabetos. Para ellas, la esperanza de vida es de 66 años. Y con lógica, nos rasgamos las vestiduras cuando se hiere y degrada a la mujer y esperamos, que las «me too» y las feministas influyentes del mundo, actúen. 
En la España democrática, cuando falleció Bimba Bosé, esa mujer amable y generosa hasta la perfección que había desfilado para los más grandes, los medios de comunicación la recordaron cómo un icono de la biblia de la moda, pero nunca he entendido ese homenaje con sus pechos al aire, que no es lo vejatorio, sino ver su bello rostro y cabeza cubiertos por un velo negro y que de su cuello, pendiera una turbadora soga del ahorcado. ¡Silencio!