José María Nieto Vigil

Sin Perdón

José María Nieto Vigil


Yo confieso   

21/05/2021

En el otoño de mi vida, con algunas decenas ya de primaveras vencidas, con las sienes plateadas, la frente despejada y pelo blanqueado –herencia de mi bendita madre- me puedo permitir desde la experiencia - más virtud que defecto- de los años transcurridos, sin palabras tibias ni eufemismos encubridores, que amo a España, mi Patria, con mayúscula. Me enseñaron a quererla y respetarla, a no renunciar jamás a mi tan distinguida ascendencia. Creo en su indisoluble unidad, por lo que aborrezco los separatismos disgregadores, rechazo la ambigüedad de los acomplejados de manifestarla su lealtad públicamente, aunque privadamente se disfracen de patriotas y preclaros españolistas, no caben miedos, menos aún, vergüenzas.
España es una y diversa, variada y rica en contrastes, ahí reside precisamente su riqueza, su dote y su patrimonio legado al pueblo español. No me gusta la España malparida del estado de las autonomías, que lejos de igualar a nuestros compatriotas ha generado más desigualdad y más desequilibrio territorial. ¿En qué se ha convertido hoy España? Sencilla, palmaria y evidente es la contestación. Un engendro de nación hecha jirones, convertida en un galimatías de legislaciones regionales, en definitiva, en un reino de reinos taifas dividido y enfrentado, en el que sus régulos y sus lánguidas cortes, para quebranto de la hacienda pública, mantienen a numerosos cortesanos y camarillas de paniaguados y apesebrados. Cientos, miles de individuos se acogen a sagrado en las diversas instituciones públicas que les dan cobijo. Forman mesnadas clientelares de sus señores, verdaderos amos de sus destinos, a los que se deben y adeudan su existencia.
Un nuevo feudalismo triunfa mientras el pueblo languidece y se empobrece. Un modelo de estado perjuro del estado social, democrático y de derecho constitucionalmente proclamado. Sin arrugas en el rostro, con la vida algo arrugada, mesando mi canoso rostro barbado, a corazón abierto, con la mente lúcida, proclamo, una vez más, mi incontestable devoción y lealtad a mi Patria, España. Soy pues, español por honor y distinción. Esta es mi confesión.