Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Allegados  y tal  

12/12/2020

     
Dice Tiburcio que me considera mucho más que un allegado, palabra muy de moda últimamente. Y yo se lo agradezco, pues ya son muchos años de buena relación. Más que amigos, casi familia. Es verdad que tiene sus manías, que a veces puede resultar testarudo y un tanto barroco en sus expresiones. Aunque, en muchas ocasiones, sus sentencias tienen más razón que un santo. No se anda con medias tintas y, visto por ahí, se agradece. Sobre todo en tiempos de autocensura y de hablar y opinar bajo el prisma de lo políticamente correcto. A tal respecto, me recuerda que quisiera conocer a los que deciden dichos parámetros. ¿Es otro comité de expertos? Y no puedo brindar respuesta ante insigne interrogante. Lo que sí le puedo decir, querido Tiburcio, es que usted no tiene que coger frío, así que se acabó la protesta intimista de quedarse a pie quieto en el corral mirando al infinito. Que al invierno no se lo come el lobo. En fin. ¿Ya sabe cómo celebrará la Navidad? Y espeta que en la soledad más rabiosa, que tiene muchas cosas que hacer. Una decisión que me rompe los esquemas, pero después relata que tiene previsto escribir un montón de cartas a cientos de personas que no conoce. Epístolas solidarias, de cariño, de su puño y letra, apostillando que pasa de las cosas electrónicas, de ordenadores y móviles. Algo así como un paje real, o un emisario de los Magos, pero siendo él quien remite mensajes a los demás. Tampoco tiene intención de colocar ni Belén ni aditamentos de ningún tipo. No tengo el cuerpo para jotas, reafirma de soslayo. Bueno, tampoco quiero presionarle, no es el momento. Y veo, en el interludio de la charla, que ha dejado abierto un álbum de fotografías sobre el tresillo añejo que tiene en el comedor. Me permito la licencia de otear los pasajes de blanco y negro. Instantáneas de paisajes, calles, aperos, fiestas, folclore, de templos y cachivaches. No soy capaz de encontrar ninguna personal entre las numerosas hojas que conforman la carpeta azul que las resguarda. ¿Nada familiar veo? Las quemé ayer en el enroje, porque prefiero tener los recuerdos en mi cabeza y la mente. Todo lo demás, es papel mojado que, en el mejor de los casos, acabaría en una exposición veraniega, desnudo de mí, enmarcado.