Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


¡Salud!

10/05/2022

La naturaleza ha impreso en la mente de todos, sus entidades vivas, diferenciadas en reinos, que son trascendentes ante un insaciable deseo de búsquedas y de anhelos naturales, tanto para nuestra salud como para nuestra casa común. No olvidemos que las plantas concretan el 80% de los alimentos que nos llevamos a la boca y, simultáneamente, también suministran el 98% del oxígeno que respiramos. En consecuencia, más que por la cosecha recogida, tenemos que afanarnos por las semillas sembradas, aunque el 40% de los cultivos alimentarios se pierdan cada año, motivados por enfermedades diversas. 
Ahora se habla de turismo más ecológico y sostenible. Indudablemente, esta barbarie humana destructiva contra el alma vegetativa, tan enfermiza como cruel, no es buena para nadie, ni para el sector agrícola que aminora los ingresos, pero tampoco para nosotros los consumidores. Nuestras propias actividades mundanas, a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que custodiamos, unido al cambio climático, están alterando los ecosistemas y dañando la biodiversidad, al tiempo que instauran nuevas atmósferas de epidemias, capaces de activar todo tipo de pestes, máxime en un momento en el que los viajes y el comercio internacional no cesan; fruto de este mundo globalizado, que no fraternizado, para desconsuelo del propio linaje. De ahí, la urgente obligación que tenemos de salir de este espíritu degradante.
Seguramente, tengamos que tomar otra orientación más solidaria y humanística. Para empezar, deberíamos concienciarnos mucho más por los seres vivientes, así como por el vínculo de la dependencia entre reinos. Nosotros mismos somos parte de esa tierra viva. No olvidemos que cualquier tipo de arbusto es esencial, sintetizan nutrientes que alimentan a herbívoros y carnívoros; que, a su vez, proporcionan cantidades de residuos orgánicos, los cuales originan nuevas procreaciones de verdes macizos.  La sanidad vegetal, por consiguiente, es clave para nuestro propio desarrollo integral y de seguridad alimentaria. Si no protegemos el alma vegetativa con pequeños gestos, difícilmente vamos a construir una cultura respetuosa con aquello que nos envuelve, siendo la base del bienestar social.