Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


¡A las calles!

30/10/2023

A toda revolución le sigue una época de terror, véase, la revolución francesa, la revolución rusa… Es en el contexto de la revolución francesa donde H. de BALZAC contextualiza el cuento:  un episodio bajo el terror. En este breve cuento plantea el autor que el verdugo que ejecuta en la guillotina a Luis XVI pierde automáticamente la legitimidad de su puesto de trabajo, ya que la justificación última era el rey. ¿En nombre de quién ejecutará ahora a los reos? O busca una nueva legitimidad o está en la intemperie. 
Sólo desde el déficit cognitivo que implica la imbecilidad se puede destruir el régimen constitucional del 78 concediendo la amnistía a unos delincuentes y exponiendo la nación a la violencia, la anarquía o la bota de un tirano; y además pensar que, estos ingenieros del progreso, se van a consolidar en su posición privilegiada. Si guillotinan la democracia se acabó el falcon, salvo que sea él el nuevo sátrapa y la nueva fuente de legitimidad.
Estamos en momentos de barniz de palabras y de audífonos en el parlamento. Esta institución donde estamos representados todos los españoles que estamos dispuestos a hablar para organizar nuestra convivencia y solucionar nuestros problemas, si introducimos más hablas, cortocircuitaremos la comunicación y sólo quedará la voluntad del dictador. Una lengua comunica, muchas confunden e impiden la realización de los objetivos comunes. No debemos olvidar que Dios castigó la soberbia de los  hombres que construían la torre de Babel haciendo que cada uno hablase una lengua distinta. Al nuevo emperador seguramente le sobra el parlamento.
Ya Ortega y Gasset observaba que al hombre perspicaz le embargaba la sospecha de ser un imbécil y veía abrirse ante sí el abismo de la estulticia, mientras que el imbécil se siente orgulloso de sí mismo. Parece como si Ortega tuviera ante sus ojos a estos resentidos por su incapacidad para superar la mediocridad que destila su existencia anodina.
Es el momento de la sociedad civil, ya no podemos confiar en la indolente molicie de una derecha adocenada y sumida en envidias internas. En esta hora de cielo vacío y tierra fría donde el bien es un ente imaginario y el mal es real: ¡A las calles!