Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


Valentía

08/04/2024

En el pasado tuve que hablar de valores cuando quería hablar de virtudes, como si las viejas virtudes no fueran valores. La virtud es el esfuerzo para orientarse en la vida. Es la potencia específica que tiene el hombre para conquistar su propia excelencia, es decir, su humanidad. La valentía es una virtud ambigua, se encuentra tanto en el canalla como en el héroe: es tan valiente el que atraca un banco a punta de pistola, como el que pone su cuerpo delante de una mujer embarazada para que reciba la bala del atracador. Los dos vencen sus miedos, pero uno lo hace por el botín que puede conseguir, mientras que el otro lo hace venciendo su yo y de forma altruista. La valentía sólo la apreciamos cuando se pone al servicio ajeno, cuando se libera del interés egoísta inmediato. Es la superación del impulso animal de retracción que preferiría la huida. Pero la valentía es la virtud sin la cual toda moral sería imposible pues el miedo y la cobardía nos impedirían actuar. ¿Cómo podríamos entender la responsabilidad que tenemos como ciudadanos si nos abandonamos al miedo y a la cobardía egoísta?
Nuestro parlamento se ha convertido en una banda de grajos donde el más tenue olor a carroña les estimula, la palabra y la argumentación racional han desaparecido, sólo se oyen ruidos de granja. La maledicencia, el insulto, el mal gusto, la vulgaridad, el cinismo, la sonrisa burlona de la hiena… se han dado cita para avergonzarnos a todos los españoles. Nuestros representantes han degenerado tanto bajo el influjo perverso de unos intereses canallas que ya no nos reconocemos en ellos. Sobre todo, en esa izquierda que habló del hombre nuevo, puro, y ahora sólo se reconoce en la esencia de un hombre putrefacto, en su incapacidad para ver al trabajador, al débil... y en la instrumentalización de los mismos. Pero me resisto a pensar que el pueblo español sea ya una oclocracia tabernaria.
Es el tiempo de la valentía desinteresada que nos lleve a llamar a las cosas por su nombre, sin miedo y sin cobardía, pues la democracia es como una casa vacía; será, lo que los inquilinos queramos, o hacemos una defensa valiente de ella, o nos la okuparán (sic) reduciéndola a escombros y dejándonos una dictadura.