Jesús Martín Santoyo

Ensoñaciones de un palentino

Jesús Martín Santoyo


Dependencias

31/03/2024

En la vida nos encontramos atrapados en diversos tipos de dependencias que terminan condicionando nuestras conductas. Podemos estar esclavizados por el alcohol, las drogas, el sexo. Podemos estar marcados por la sumisión a un hombre o a una mujer. En ocasiones sufrimos ansiedad por no alcanzar un estilo de vida o unas comodidades que creemos merecernos.
No quiero escribir sobre este tipo de limitaciones que, de algún modo, han sido elegidas por cada uno de nosotros. Me voy a referir a otro tipo de dependencias. 
Los seres humanos, a lo largo de nuestra vida, pasamos al menos por dos etapas de dependencia manifiesta, en las que necesitamos el apoyo y la ayuda de los demás. Cuando nacemos y cuando nos acercamos al final de nuestros días. Las limitaciones en esas dos edades suelen manifestarse incluso físicamente en los medios de transporte que utilizamos. El carrito, la mochila o la sillita en las que movemos a los bebés. Las sillas de ruedas, más o menos sofisticadas y mecanizadas, en las que se ven obligados a desplazarse los ancianos cuando las piernas dejan de responderles.
Durante varios días conté el numero de carritos y sillas de bebé que me cruzaba desde el comienzo de la calle Mayor en los jardines del Salón hasta los Cuatro Cantones. También, el número de ancianos en silla de ruedas o apoyados en andadores. Afortunadamente, sigue siendo mayor el número de nuevos palentinos que el de ancianos dependientes. Un 60/40, más o menos. Mi estudio está a años luz del mínimo rigor científico. Es muy probable que esas proporciones pudieran verse alteradas a otras horas del día en que no suelo frecuentar nuestra calle Mayor. Pero mis observaciones me dan pie a reflexionar sobre los hechos analizados.
Comencemos por lo positivo. Vivimos en una sociedad en la que al parecer se está dando respuesta a las necesidades de nuestros mayores. Las sillas que utilizan parecen cada vez más cómodas, sofisticadas y eficientes. Es además notoria la presencia de cuidadores que acompañan a los ancianos mas necesitados. Me parece muy importante que la gente mayor pueda seguir saliendo de su casa, tomar el sol, disfrutar de un café o una cerveza en una terraza y visitar los lugares unidos a su biografía emocional. 
Y me agrada que puedan contar con medios de movilidad que les faciliten seguir socializando. ¿Cuál sería la alternativa? ¿Dejarlos solos y encerrados en sus casas? 
Su presencia en las calles nos habla de un sistema sanitario eficiente que alarga nuestras vidas y nos permite disfrutar de la existencia en unas condiciones razonablemente buenas.
La visión negativa y pesimista del singular conteo con que entretengo mis paseos habría que centrarla en la observación de los carritos de bebé. Deberían ser muchos más. Tendría que haber más niños. El problema no es exclusivo de Palencia ni de España.
Toda una catarata de motivos explica la baja natalidad en el mundo desarrollado. La carestía de la vida, la inseguridad laboral, la precariedad de los empleos, el precio de la vivienda…Estos factores no ayudan a que los jóvenes se decidan a tener hijos. Pero también habría que aludir al estilo de vida y a la jerarquización de valores que se ha impuesto en el mundo desarrollado.
Tener hijos siempre ha sido un acto de generosidad que obligaba a los padres a renuncias y sacrificios. Suponía un cambio radical de vida. 
¿Están los jóvenes de ahora dispuestos a renunciar a sus viajes, a sus comodidades y a sus proyectos para convertirse en padres responsables? Los gobiernos de Europa tratan de fomentar la natalidad. Permisos de maternidad más extensos, ayudas fiscales a partir del segundo hijo…pero no parece que la fórmula esté dando los resultados deseados. 
Siempre se acaba aludiendo a la situación económica. 
No estoy de acuerdo.
Son precisamente las parejas más débiles económicamente (emigrantes, trabajadores con salarios bajos) las que más se animan a tener descendencia. Mucho más que los matrimonios con mayor poder adquisitivo, pero con un deseo de disfrutar de la vida sin renunciar a nada. 
La frustración suele llegar a las clases acomodadas cuando las mujeres, una vez alcanzados sus objetivos profesionales y económicos, deciden buscar un embarazo para ser madres. Suele ser a partir de los cuarenta años. Entonces comienza otro tipo de problemas. En muchos casos, médicos.