Ilia Galán

Ilia Galán


La rosa del azafrán

29/01/2024

Mi abuelo solía pasar los meses más cálidos en Carrión de los Condes; el invierno, en cambio, en Madrid, huyendo del riguroso frío palentino, y solía ir con pasión a las representaciones líricas. Le recuerdo mucho cuando ahora voy, siempre que puedo, al Teatro de la Zarzuela, que tan maravillosamente suele realizar la puesta en escena, haciendo disfrutar a todos y reflexionar, porque las zarzuelas clásicas además de mostrar las costumbres de la época conllevan una sutil crítica social. Estos días, en La rosa del azafrán, de Jacinto Guerrero, los cantantes critican la distancia entre clases sociales: no tiene culpa alguna el romero de nacer tan bajo, y el amor puede pretender las alturas. Citando el Quijote de Cervantes, dice el alicaído señorito del lugar que la nobleza está sobre todo en los actos dignos y que hay quienes alcanzan lo más alto por acciones señaladas. Algo hoy generalmente asumido. Sin embargo, también se muestra otro fenómeno antaño común y que todavía pervive. En la escena se ve cómo en un pequeño pueblo, cuando un hombre era casadero, al haber más mujeres, estaban deseando capturarle como marido, pues era el modo de colocarse y hacer familia. El mundo nuestro ha cambiado mucho, pero sigue habiendo problemas en pequeñas poblaciones, donde todos 'se conocen', cuando no hay proporción entre un sexo y otro. Internet y las aplicaciones de contactos podrían haber ayudado a solucionarlo pero, de hecho, vemos que la tendencia es a tener encuentros pasajeros, a tantearse y divertirse con Eros, más que a formar familia. Pero cuando se va pasando la edad fecunda, la naturaleza reclama sus derechos a procrear y entonces emergen más vivos los problemas. 
Muchos conviven probándose, sin garantizar con ello el éxito, ¡cuántos se separan al poco! No aguantamos mucho. Además, la concepción de esos ayuntamientos es más provisional que el «hasta que la muerte nos separe». Hace poco, casi todos los matrimonios eran ante el altar, para siempre. Ahora, en nuestra tradicional provincia, solo cinco de cada veinte personas se casan por la Iglesia. ¿Es acaso una tragedia?
Nos habita la indiferencia.