Toyi Marcos Sosa

Desde mi ventana

Toyi Marcos Sosa


Obras son amores y...

04/09/2022

... no buenas razones. Es un dicho popular  tan antiguo que puede sea similar a la frase del Nuevo Testamento «Por sus frutos los conoceréis». No hace falta darle muchas vueltas pues lleva a diferenciar entre lo verdadero y lo falso. Por ejemplo: si un Gobierno, el que sea, exige a sus ciudadanos sacrificios difíciles sabiendo que eso es imposible que lo hagan solos y sigue dando e imponiendo consejos de austeridad a los que no pueden dar más de sí, y ese mismo Gobierno no se molesta en hacer un solo recorte de sus gravosas y numerosas instituciones, ni elimina parte de los cientos de asesores de que dispone con resultados que, a la vista está, sirven de poco, ni otras parafernalias de abultada nómina y continúa empleando los recursos de la nación a conveniencia sin reparar en gastos, prosigue con socios que llaman a la rebelión, que exigen  destruir, vetar, desterrar cuanto no les gusta, medran lo que jamás soñaron y deciden sobre lo que nunca hubieran imaginado. Resistir a base de decretos, adjudicar momios que no les pertenecen soslayando al resto de la población, no parecen buenas razones. Entonces ¿qué significan las razones que pretenden dar? Nada. Tal vez piensen que si visitan ciudades -esto recuerda, pero, ojo, con diferencia- serán como aquellos admirados charlatanes de pulcro y abundante vocabulario que no daban ni una sola patada al diccionario, se ganaban la vida con absoluta dignidad y el público escuchaba con la boca abierta. Charlatanes de feria que ofrecían remedios mágicos, gangas, tal que el acariciado corte de traje de caballero recién llegado de Gales que no daba más que para una falda para la niña. Olvidados hoy los que en un tiempo recorrieron este país de cabo a rabo, bien merecerían tener alguna referencia en todas aquellas plazas por las que recalaron.
En líneas generales, si conociendo el percal ofertado se compra, encamina al que lo vende a pensar que es un buen proveedor de promesas incumplidas: Pero si no hay objetividad ni conexión con el deber es una manera de decir al que lo recibe que es tonto. Y en cuestión de gobernar como de amar, conviene hacer buenas obras, si no todo se reduce a un cuento chino.