Jesús Martín Santoyo

Ensoñaciones de un palentino

Jesús Martín Santoyo


Poeta sin lectores

03/03/2024

Hola, le vendo una poesía por un euro.  
-Muy poco me parece, si los versos son buenos. Le propongo otro trato. Le compro tres poemas si me cuenta su historia.
El hombre que me abordó en el parque del Salón vestía un traje limpio, oscuro, al que se le notaban sus numerosos usos. Cubría su cabeza con una boina al estilo vasco y mostraba un ligero desaliño en su barbita blanquecina, mal recortada. Se acompañaba para caminar de un bastón. Su mirada, azul, penetrante, invitaba a la confianza.
Se llamaba Andrés y había nacido en la provincia de Lugo, en el seno de una familia campesina que sobrevivía con un minifundio de huerto y cuatro vacas.
Completó su formación en el seminario de Mondoñedo. En 1982 cantó misa y fue destinado para servir en cuatro aldeas de los Ancares, en la raya con la provincia de León. Ejerció diez años como sacerdote con una decidida vocación de servicio a sus parroquianos. 
En 1996 tuvo que enterrar a Evaristo que había muerto a causa de unas fiebres tifoideas a los 36 años. Marga, que atendía a los rapaces en la escuela de una de las aldeas, se quedaba viuda, sin hijos.
La maestra colaboraba con la parroquia. Leía los textos litúrgicos en la misa de los domingos, ayudaba a repartir la comunión y daba catequesis a los niños. La atracción entre Marga y Andrés creció de forma silenciosa. La timidez del cura y el luto de la docente no facilitaban el avance de la relación.
Pero la pasión se volvió incontenible. No me consta ninguna declaración amorosa que se haya producido al amparo del sacramento de la confesión. Pero la maestra y el cura, al abrigo de un humilde confesionario, se confesaron…su amor. Una vez roto el tabú y descubiertos sus sentimientos, Marga le propuso a Andrés marcharse cuanto antes de la comarca. Pediría plaza en el próximo concurso de traslados y el sacerdote la seguiría tras iniciar el proceso de secularización. Mientras tanto, vivirían en pecado, aunque ni Andrés ni Marga tenían dudas de que no hacían sino seguir la voluntad de Dios.
En el 2000 Marga obtuvo destino en el colegio Tello Téllez de Palencia y hasta la capital castellana viajó la pareja. Se compraron un apartamento en el barrio de San José. Andrés se ofreció al obispado de Palencia para ayudar en lo que fuera menester mientras se resolvía su proceso de secularización. El obispo le facilitó un puesto para que ejerciera como profesor de religión en un colegio de la ciudad. Pero pronto la presión de ciertas familias del alumnado, al saber de la situación de concubinato del docente, consiguió que no renovaran su contrato como profesor. 
A partir de ese momento, todo lo que podía salir mal, salió mal. Marga enfermó de un cáncer leucémico que la llevó a la tumba en meses. Andrés no tenía trabajo ni tampoco derecho a una pensión de viudedad porque no estaban casados. Andrés solicitó el auxilio social y con esa paguita afrontaba los gastos de la vivienda. No siempre le alcanzaba el dinero para su manutención. Entonces comenzó su dedicación literaria a la poesía. 
Desde su juventud en Mondoñedo escribía poemas. Normalmente, sonetos, romances, redondillas y otras estructuras de corte clásico. 
En una de las visitas con su querida Marga a Madrid para visitar el Museo del Prado había acabado charlando con un hombre que vendía poemas en la Cuesta de Moyano a cambio de la voluntad de los viandantes. Andrés se inspiró en este bohemio madrileño para intentar imitarle en una ciudad tan pequeñita como Palencia.
- ¿Y cuánto dinero consigues?
- Muy poco. Pero un eurillo por aquí, otro por allá…Además el párroco de San José me permite ayudarle a modo de sacristán y también recibo una limosnita.
Le di los tres euros acordados. Andrés me entregó dos romances y un soneto.
Tardé semanas en volver a encontrarme con el cura poeta.
- Hola, Andrés. ¿Te acuerdas de mí?
- ¡Cómo no! No voy contando mi vida a todo el mundo. ¿Qué te parecieron mis versos?
- Te seré sincero. Son correctos. Se ve que en Mondoñedo te enseñaron a medir, a rimar, a controlar la estructura estrófica… pero les falta vida.
- ¿Y eso cómo se logra?
- Muy difícil, amigo. Se trata de desnudar tu alma. Ni todos los poetas pueden, ni todos quieren, Solo los elegidos lo consiguen.
- «El alma solo es de Dios», como decía Calderón.
- Suerte, Andrés. Deberías escribir más sobre tu atormentada existencia. Por ahí puede llegar la vida al       poema.