Dionisio Lamas Muñoz

Tribunal Libre

Dionisio Lamas Muñoz


El entusiasmo

12/04/2021

Es uno de los valores humanos, necesarios para el logro de los pequeños o grandes motivos que cada persona persigue alcanzar en incontables momentos de su existencia, de tal manera, que sin ese valor nada se obtiene, no hay éxito alguno o estos quedan en la frontera de la mediocridad.
El entusiasmo tiene que ser moderado, sin arrebato. Es su término medio el que ha de conseguir la corona de la cumbre, acompañado de la madurez de la reflexión, porque cuando se desborda en cada hombre o cada mujer, se produce una psicopatía irrazonable, de la que nacen los errores y los fracasos en cada empeño humano, sin embargo, cuando es comedido, nunca se alcanza el fin propuesto, quedando indefinido por falta de aliento.
El entusiasmo tiene su origen en el espíritu, y en el prospera un modo vital y positivo de enfrentarse con valentía a cuantas transformaciones presente el devenir de la propia existencia individual o grupal. Los héroes, los santos, los aventureros y los guerreros, han partido hacia sus empresas con inusitado fervor ante lo desconocido pero deseado, y desde ese enardecimiento han sido capaces, unos de ganar la vida o el sitio; otros, de vislumbrar las esferas celestiales, y los otros, de vencer el miedo en medio de la adversidad y descubrir el sueño perseguido, o de ganar batallas con el ardid de los vencedores.
El entusiasmo induce desde lo profundo del corazón a buscar la realidad de los sueños, adormecidos por la falta de valor para cumplir las grandes obras, los avances científicos y cuanto ha engrandecido al mundo a través de los tiempos.
Podemos decir que el valor del entusiasmo, hace crecer a la persona hacia alturas insospechadas, y la dota de cualidades como la valentía para emprender cuantas acciones sean necesarias en favor de la humanidad, la carencia del mismo hace a las personas pusilánimes y apocadas, incapaces de arrostrar el afán por descubrir su propia existencia y la de la historia.
El entusiasmo es el ánimo de vivir venciendo la zozobra, las sombras y la enfermedad, y supone la energía constante y permanente de la lucha por la vida, la cual es luz y esperanza invariable de horizontes por descubrir o alumbrar, siempre junto a la fe en uno mismo y en Dios.