Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Fusión

05/06/2021

Quien se haya batido el cobre a cara de perro, chorreando de sudor y con los nervios a flor de piel, en una competición reglada sabrá de lo que hablo. 
Disputar la última justa de la temporada baloncestística escolar antes del obligado parón estival destilaba en nuestros paladares un sabor agridulce. Más allá del dulce, del salado, del amargo, del ácido y del umami existe uno que mucho tiene que ver con el alma y poco con las papilas. El del comienzo del disfrute con el sol radiante y las pieles morenas en las piscinas sin las obligaciones lectivas que se mixturaba en el vaso mezclador del sentimiento púber con el impuesto final de los calentamientos en grupo, de los desplazamientos a otras canchas, de la tensión del pitido del árbitro, de los terceros tiempos con las mieles de la victoria o a la autocompasión de la derrota… del ocaso de la competición que se nos antojaba más importante que un examen final.
Pero a medida que los días se acortaban y el crepúsculo del atardecer invadía las tardes sabíamos cercano el reencuentro con el contrario en el primer partido de la temporada y los nervios de volver a vestirse de corto tras el letargo vacacional en la contienda sólo avivaban el rescoldo de volver a competir que nos abrasaba por dentro. Y contábamos los días tachando en el calendario los cardinales ya fusilados, directamente proporcionales al ansia del salto inicial.
Y con esta primigenia tembladera ha revivido esta semana la parroquia hostelera la llegada de Madrid Fusión tras un marasmo coronavírico que ha hibernado todo encuentro, todo abrazo… todo evento, toda vida social en comunión.
Y el esfuerzo y la valentía por parte de la organización han sido ímprobos. Y nuestro agradecimiento ha de estar a la altura.
Porque en estos meses pandémicos las redes sociales y los encuentros telemáticos han mantenido nuestra línea de flotación social de una manera titánica. Obligado te veas… 
Pero reunirte con los que aman lo mismo que tú amas y disfrutarlo compartiendo vivencias, sabores, aprendizajes y momentos, con el chin-chin de las copas brindando tras un abrazo de reencuentro, nada tiene que ver con el trago en el sofá delante de una pantalla. Por mucho que organolépticamente bebamos del Santo Grial.
Gracias, Madrid Fusión. 
Has hecho honor, más que nunca, a lo que tu nombre significa.