Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


‘El pisito’

07/05/2023

Es el título de una película española de 1959, dirigida por Marco Ferreri con guión de Rafael Azcona. Siguiendo la moda de la época del neorrealismo italiano, en el caso español se trata de ilustrar de manera agridulce, uno de los problemas más acuciantes de aquella sociedad que se estaba recuperando de los estragos de la guerra civil : la vivienda. En la España de Sánchez, ese problema se nos dice resuelto gracias a una ley tan arbitraria como injusta en la que se ataca al propietario de una casa o un piso mediante dos procedimientos impensables en una sociedad libre y justa: el intervencionismo caprichoso del gobernante y la protección del delincuente que se apropia de una, o varias, viviendas mediante la ocupación violenta o el incumplimiento de un contrato de alquiler. El largo tiempo transcurrido entre la realización de la película y la ley actual nos da para pensar que nuestra sociedad, tan avanzada y vanguardista en algunos aspectos, no solamente sigue anclada en un pasado marcado por la guerra -esa época que el gobierno resucita a conveniencia- sino que hemos retrocedido gravemente en la búsqueda de soluciones. Nunca como ahora se ha recurrido a la violencia para solucionar un problema. El pretendido progresismo gubernamental golpea violentamente al progreso. La solución sanchista al problema de la vivienda es arruinar al propietario. O bien prometer cincuenta mil o cincuenta millones de viviendas a ver quién se lo cree y lo vota. Es obligación del gobierno dar solución al problema. No delegarlo en el propietario legítimo de su casa, que no es el culpable de que tengamos más paro que ningún otro país europeo. Mientras tanto, los legítimos propietarios se sienten abandonados a su suerte. Cataluña es la región más afectada por el robo de viviendas, pero también en Palencia tenemos casos bien conocidos de pisos, incluso edificios completos, que están ilegalmente ocupados. No sólo no hemos progresado, sino que se ha llegado a una verdadera inversión de valores: se ampara al infractor y se insulta al ciudadano que vive de su trabajo y en su propia casa y que ve con estupor que ya no es su casa, sin que se le reconozca la libertad de emplear su dinero ni su derecho a la propiedad legítima. El mundo al revés.