Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


La dañina Ada Colau

07/02/2023

Parece imposible que una sola persona haga daño irreparable a una ciudad entera y que la víctima sea Barcelona.
En los años setenta, terminando la carrera, subíamos con poco dinero desde Valencia a Barcelona, espejo de gran ciudad, bien diseñada con manzanas regulares del ensanche Cerdá, capital del diseño industrial y urbano, con decoraciones de vanguardia y creaciones más avanzadas en una época de rico tejido social. 
Elegías para cenar en la zona de bares de Tusquets lo novedoso de La Tortillería, obra de los arquitectos Correa y Milá, blanco de luz destinada solo a degustar tortillas de mil tipos y sabores, rodeada de boutiques de refinado estilo donde un escaparate exhibía un pantalón de lino inmaculado como pieza única, espacios con vida explosiva como los de Bofill, cuando recogió sus primeros amores de arquitecto con Silvana Mangano.
Esa Dolce Vita de Fellini, como Vía Véneto, era un hervidero de intelectuales, periodistas y artistas en tertulias trasnochadoras que cerraban sus discusiones en Bocaccio.
También podías, a través de Las Ramblas de Flores, entrar en el Raval de putas y marineros recién llegados de otros mundos, como describe Genet, que retrató la película Días de Vino Tinto de Nunes y terminar la noche en aquella casa de truenos canalla de Barcelona de Noche con travestis en tangas de lentejuelas cosidos por el sastre de la calle Robadors. 
Fue escenario de quita y pon, donde admirabas a la Sugar Baby Nadiana hacer sexuales ejercicios con bombillas, hojas de afeitar o serpentinas, que a decir de Unamuno se vieron antes en el barrio chino de Salamanca, y poco después el cabaret dejaba de existir. Barna estaba envuelta en los primeros compases de Jazz de España expulsados del Harlem Club.  
Nosotros paseábamos sin miedo a rateros y carteristas. Hoy se ha trucado en inseguridad. No es posible dar fuego sin esperar una zancadilla, un tirón de reloj o el abrazo del mataleón, opresor hasta la inconsciencia.
De aquellos alcaldes como el culto arquitecto Oriol Bohigas, insigne profesional y mejor edil, ha devenido la cateta Colau. Esa es la transformación de la ciudad.