Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


La vuelta

21/10/2023

Se han dado casos de personas que, tras repetir tantas veces una trola se han convencido de su certeza de tal manera que hubieran jurado ante juzgado, juez y tribunal que la falacia era más cierta que el gusto universal por las croquetas. De hecho, es bastante probable que tal individuo, ante la indefensión de verse descubierto en su maloliente felonía, busque dañar la imagen del oponente como cobarde contraataque a la desesperada para intentar salir limpito y reluciente del fango y autoconvencerse, en su poca entendedera, de su dignidad de garrafón.
Una especie de morir matando de telenovela.
Ya suman los ajos, las guindillas y los limones cuatro años y medio de vida y, si han seguido mínimamente esta quincenal, coincidirán conmigo en que hemos ido sentando juntos una serie de bases en el servicio hostelero que a todos nos agradan como clientes parroquianos y que conciernen en grandísima medida al que atiende y dispone del servicio. 
Que la barra del bar es la manera más cercana, diaria y social que atesoramos como sociedad para acercarnos a la gastronomía es innegable y así lo disfrutamos. Conforma una de nuestras señas de identidad. Y a mucha honra.
Que en sólo un euro con cincuenta que cuesta el café de media mañana puede construirse una pequeña experiencia, agradable, satisfactoria, placentera, lo vivimos a diario. Pero que puede tornarse en desastre de los de «aquí no vuelvo» cuando una mala cara sin motivo, un café de cacafuti y un desplante inapropiado alinean a los astros del cabreo clientelar, no es menos cierto. 
Y que todo camarero es un hostess en toda regla, como los de los michelines, porque, aun en ese pequeño espacio de tiempo recibe, atiende y despide a un cliente, es patente en cada comanda servida. Por breve que sea… «cambio para tabaco».
Es a ese último eslabón de la atención al que nos vamos a referir hoy. El de la despedida. El remate profesional y sincero de un servicio de principio a fin.
Entregar la vuelta a un cliente es todo un acto en sí mismo. Así ha de tomarse. Puede terminar de ennoblecer una simple caña e, incluso, alentar una breve sonrisa partícipe que fidelice al interlocutor. Más de uno no volvió porque se la tiraron con desdén.
Es un breve momento, pero satisface a muchos. Y es bonito.

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