Necesitamos mover los corazones en todo el planeta, lo que requiere sensibilidad para entenderlo y derribar muros. Abrazarse unos a otros es vital, como donarse con la consabida sintonía mental y que hablen nuestros labios a golpe de pulso. Los latidos contribuirán a fecundar los sueños y a crecer con los lenguajes de proximidad. Será el momento, pues, de entrar en diálogo; sin complejos, porque lo esencial muchas veces es invisible a los ojos mundanos, donde preferentemente suele proliferar el interés comercial.
De entrada, comenzaré subrayando la súplica que me sale de mi propio interior; y, que no es otra, que la petición de fondos y recursos adecuados para atender las crecientes afluencias de los desfavorecidos. Naturalmente, un mayor respaldo financiero y una mayor colaboración internacional también hace falta, con un espíritu de solidaridad global reforzada, centrada en las necesidades de los más pobres y vulnerables.
Nuestro interior, movido a golpe de voluntad, nos expresa lo que es preciso hacer en este orbe globalizado, enzarzado en mil contiendas, que lo único que fomentan es la división y el enfrentamiento, lo que dificulta enormemente el desarrollo humano integral e integrador, con una beneficencia que tiene que tomar otro abecedario más auténtico, al menos para contribuir a la promoción del dialogo sincero, a la solidaridad real y a la comprensión mutua. Para ello se requiere que la decencia y la dignidad de cada ser o grupo asociativo, sea respetada en virtud de las diferencias, pero siempre desde la ética. Lo que no es de justicia, es el aumento de ciudadanos que ya no tienen ni siquiera lo indispensable para vivir, mientras otros lo derrochan todo.
Qué saludable sería, si pudiéramos decir cada cual consigo mismo: también nosotros estamos necesitados. Tan solo así, lograremos reconocernos realmente. En efecto, nos precisamos entre sí, aunque sólo sea para compartir alegrías y tristezas. Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, luchó contra la angustia y la pobreza, creando hospicios y residencias como obras de amor, para dar calor humano e injertar bienestar celeste. Realmente, tuvo unas entretelas tan colosales como puras. ¡Imitémosla!