César Merino

César Merino


Hermana muerte

06/11/2023

En un ejercicio de ironía, titula Fabrice Hadajdj su libro Tenga usted éxito en su muerte, y dice que: «La negación de la muerte implica una negación de la vida. El deseo de una vida siempre color de rosa conduce a la más negra de las destrucciones». Y pienso que lleva mucha razón en sus paradójicas palabras y que es un reflejo perfecto de lo que vemos a nuestro alrededor. La muerte es una realidad inevitable de la que no te puedes librar y con la que tienes que aprender a convivir. San Francisco de Asís alababa a Dios por la hermana muerte, de la que ningún hombre viviente puede escapar. Sí, es verdad, es un trago difícil de pasar, pero los hombres tenemos para hacerlo nuestros consuelos. Desde luego la fe, aunque no sea más que una débil luz llena de duda y de esperanza, la compañía de los nuestros, pero también ese fino y negro sentido del humor del que se ríe de su propia sombra o de su propia muerte (el ahorcado de Mingote, que con una mano sujeta una soga y con la otra riega el árbol del que habrá de colgarse). Y bien mirado, quizás no sea tan caro el precio a pagar con ella, por todo lo que en la vida se nos regala, como nos recordaba Jiménez Lozano: «Matinales neblinas, tardes rojas, doradas; noches fulgurantes, y la llama, la nieve; el canto del cuco,...». 
Hoy vemos la muerte por el televisor o en internet, pero las terribles imágenes que contemplamos no suelen pasar de nuestras retinas, nos tocan poco o nada el corazón, y alimentan una recia insensibilidad. Vivimos, más bien, procurando evitar el desagrado que nos provoca, ocultando todo aquello que huela a vejez o enfermedad. Y, sin embargo, en esta inútil huida en dirección a ninguna parte, lo único que conseguimos es aumentar la desesperanza y la falta de humanidad, romper los vínculos que nos unen. A ellas obedecen las leyes que procuran voluntariamente la muerte de seres indefensos, su sorprendente aceptación social.
No es buena cosa, en fin, arrinconar esta muerte que es parte de nuestra propia vida. Es mejor tenerla presente en el horizonte, aceptarla con naturalidad y serenidad. De este modo, podremos iluminar también la de los demás, pues quién sabe si ese don no ha de tener una respuesta más allá de este umbral.

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