Antonio Álamo

Antonio Álamo


Tranvías

08/06/2023

Es probable que no tardando regrese un conocido argumento que en esta legislatura agonizante se ha usado con frecuencia. Trata sobre los pactos políticos y puede resultar divertido si no fuera porque crea enfrentamientos en la opinión pública. Veamos. Para el bloque progresista los acuerdos de gobierno entre PP y Vox no son más que una especie de entente satánica capaz de desbaratar todas las conquistas logradas por la sociedad española. Para el bloque conservador los pactos entre el PSOE, Unidas Podemos y demás socios son el equivalente demoniaco a un gobierno Frankenstein, expresión que salvo para los amantes de la literatura, el cine o Mary Shelley puede no servir de gran cosa en un país más interesado en otros asuntos que conviene no citar so pena de ser apedreado como Matías en La Vida de Brian. Por si alguien no lo sabe, murió lapidado porque había cenado bien y no se le ocurrió otra cosa que decirle a su mujer: «Este bacalao es digno del mismo Jehová». Alguien lo escuchó y lo de siempre…¡blasfemia! Y se lo cargaron a cantazo limpio.
Pues aquí, en España, igual. Salvo por un detalle que nos distingue de los judíos: no apedreamos al unísono, lo hacemos por bandos. Lo que se silencia es que, salvo que alguien demuestre lo contrario, España es un país democrático y una vez acabado el escrutinio cada partido puede pactar con quien quiera para gobernar donde pueda. Luego, claro, tiene que acostumbrar sus oídos a la maledicencia y al griterío. Y para eso hay una vacuna infalible: asistir impertérrito a un mitin de sus oponentes políticos y escuchar lo que dicen de los suyos.
Por lo demás, lo que nos toque aguantar de aquí al 23 de julio será una desgracia como otra cualquiera. Vamos a escuchar que España se rompe, que estamos rodeados de fascistas o comunistas (depende del bando), que nos vamos a la ruina y cosas por el estilo. En fin, se habla mucho del calentamiento global y las temperaturas elevadas previstas para este verano. Vale. Pero todo eso no pasa de ser una brisilla otoñal si se compara con lo que nos viene, algo que retrató Julio Camba en El individualismo estatal aludiendo al sistema de los partidos turnantes, muy parecido al de los tranvías de cremallera… uno sube y otro baja.