Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Hojas de reclamaciones

03/06/2023

Existen multitud de fórmulas o procedimientos para demostrar la veracidad o falsedad de una proposición categórica. Muchas de ellas, si no todas, pueden aplicarse dentro del espectro matemático del conocimiento pero también fuera de él, con lo que, siguiendo esa lógica, podríamos demostrar casi matemáticamente la validez o necedad de ciertas suertes que nos acontecen en la vida cotidiana.
Bien es cierto que las palabras que enuncian el título de esta quincenal no apuntan a un «comieron perdices» porque su tufillo ya resuena a marrón de inicio y, cuando un cliente alcanza el extremo de pronunciarlas, el enfrentamiento ha llegado a un límite cuyo no retorno lo podemos asimilar a un billete «sólo ida». 
También es cierto que la línea roja (tan de moda el término) de cada cual puede situarse en puntos diametralmente opuestos del rasero. Haylos de piel muy fina que se la cogen con papel de fumar, otros que aguantan carros y carretones antes de saltar, los que simplemente callan y no vuelven… como en botica. 
Pero también lo es que en toda crisis puede existir oportunidad, y ciertos momentos de desazón clientelar o de enfado monumental pueden tornarse incluso en ocasión para fidelizar si el cliente percibe de manera sincera el convencimiento para solventar la situación por parte del negocio. Pero puede suceder, también, que el energúmeno haya salido de paseo y maneje las hojas de reclamación como naipes un tahúr. Y eso, tampoco.
Las reclamaciones que prosperan suelen deberse a un engaño o a una mala praxis profesional. Y les desvelaré, por propia experiencia, vivida o comentada, que la mayoría de las que se efectúan en el ámbito hostelero no acostumbran tener ningún sentido legal más allá de errores humanos fácilmente asimilables o de pataletas de orgullo sin rumbo alguno. 
Así que, con hoja de reclamaciones mediante y atendiendo al primer párrafo, voy a cobijarme en el método Reductio ad absurdum para desmontar la de «este precio me parece desorbitado» (con ticket presentado en la mesa de terraza en el momento de servicio y lista de precios en orden) y la de «cómo que a la una de la mañana no me ponen un café». Y ya quedan explicadas.
Ojo, la mayoría, que no todas. Que, también, haberlas con sentido, haylas.