Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Un mundo a la deriva

19/05/2023

Vivimos tiempos convulsos. No podemos cerrar los ojos a tanta acritud como se nos muestra cada día. Hay un hilo diario de violencia y muerte por doquier, que no podemos obviar, como si la muerte, que es un hecho palpable y ocurre cada día, no fuera con nosotros. Sabemos que ocurre a veces, les pasa a los demás, lo vemos por la tele, que un hombre ha matado a su esposa, que un hijo ha matado a sus padres, que una joven se ha suicidado; que un muchacho ha entrado en una escuela con un arma y ha matado a todos los que ha podido, no sabemos si lo ha hecho para alcanzar la fama o por probar qué siente uno matando a los demás sin conocerles de nada, aunque Sartre ya anunciaba que la violencia era un fracaso y Mari McCarthy, una escritora y ensayista americana se mostraba convencida de que con la violencia olvidamos quienes somos. «No hay motivos para la esperanza, sólo para la resistencia. Nuestra obligación es aguantar los vientos fétidos de la idiotez y el pudrimiento del mundo», así se expresa el filósofo Félix de Azúa, estudioso de la obra de Baudeleaire, que lo dirá, seguramente, por tantas cosas que a diario, en todos los frentes, entorpecen el ritmo de la vida, nos desalientan, nos deprimen y, desgraciadamente, influyen después en las decisiones que tomamos. Lo increíble es que mientras suceden estas cosas, cientos de personas sigan enganchados a esos programas del famoseo, «algo habrá que ver», «con algo me tendré que entretener», te dicen y enseguida se les pega ese mal de juzgar a todo el mundo por lo que dicen de ellos estos chiquilicuatres, que ejercen de periodistas sin haber estudiado para ello. Es la educación que recibimos, lo que luego encontramos a espuertas en cualquier sitio, sin entender bien hasta dónde llega lo de cada uno y quien nos defiende de los bárbaros. No creo, como dice Félix, que no haya esperanza; lo que no hay es tiempo para cambiarlo todo y que se entienda. Pero también es verdad que todo pasa, como dijo el poeta, y que estamos obligados a buscar lo bello sin abandonarnos a ese pesimismo que por momentos no deja ver el cielo. Del pesimismo extrajo Baudelaire la poesía más grande de su siglo. Durante ocho años trabajó minuciosamente en Las flores del mal, lo que constituyó su principal obra y marcó un hito en la poesía francesa.

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