Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


A ver hoy...

25/03/2023

No ha sido una y no más. Ya van unas cuantas en el mismo lugar y el asunto está comenzando a ser tan frecuentemente comentado que el rumbo de las rondas de cervezas comienza a buscar otros horizontes. Y hablando de bares, haberlos haylos, y muchos. Y me refiero a una reunión de tránsito semanal en la que obro como consorte y ni cuco ni muco, pero la deriva que están tomando los acontecimientos por inconsciente quorum grupal va virando el timón hacia otras barras por la picazón que varios están comenzando a sentir. 
Cara contra lis a que todos ustedes atesoran en su haber personal algún amigo, pariente o conocido sin más con ese marcado corte tan variable que un día te abraza, te quiere, te besa, te saluda, te pregunta qué tal está el perro o se interesa por la oposición de tu hija, pero que, al día siguiente, se tercia igual la coyuntura hombro con hombro y ni un buenos días que llevarte al tímpano. Es relativamente frecuente. Y cuando la afrenta es con tu hermano y has compartido babas y pedos con él, no suele ocurrir nada. En la intimidad 'semos como semos' y a otra cosa mariposa. Pero cuando la coyuntura transcurre con un amigo o conocido, depende del grado, intensidad o antigüedad de la relación, pues como la del hermano en el mejor de los casos, ni fu ni fa en la mayoría, o incipiente molestia y quemazón en algunos otros por la efusividad del martes y el pasotismo del miércoles.
Cuando procuramos servicio a los demás los altibajos tan exagerados en la atención no suelen vislumbrar triunfo ni laureles. Hay excepciones nombradas y que nos vendrán a la cabeza que incluso son motivo de visita, pero por una idiosincrasia muy propia y excepcional que roza el pago de entrada a cambio de espectáculo. Pero suelen poseer algo más para aglutinar parroquia. Son pocos y contados y no ejemplifican sino eso, la excepción.
Con ello no quiero posicionarme en el yihadismo de la corrección, ni muchísimo menos. Ni reclamar como obligación del camarero la conversación prolongada de diario ni el abrazo infinito en cada jornada. Pero esa montaña rusa, de existir, siempre ha de posicionarse por encima de la línea de los mínimos básicos de la educación. Porque estamos trabajando, y los platos rotos se barren en el almacén. O en casa.

ARCHIVADO EN: Yihadismo