He visto diseminada por los periódicos y oído en la radio la noticia de un diseño nuevo para la selectividad: un examen tipo test común para filosofía, historia y literatura. Es decir, se intenta una Evaluación de Bachillerato para Acceso a la Universidad postmoderna. Respuestas cortas y rápidas como en las redes sociales, sin pensar demasiado, no sea que se den cuenta de que estas disciplinas constituyen la casa en la que habitamos y que sin ellas no somos más que el cuadrado negro de Malévich; algo sin forma.
Llama especialmente la atención que esa mirada en lontananza que era la filosofía, que hacía que al mirar las cosas con la distancia necesaria las descubriésemos bellas, y al otear los comportamientos con la distancia apropiada los viésemos  como éticos… se haya convertido en la mirada miope del consumo, es decir, la mirada del hombre que vive en la intemperie sin darse cuenta de que la auténtica vida humana no está en las televisiones ni en las redes sociales sino en la literatura, la historia y la filosofía de cada país. 
Con estas apuestas postmodernas  me parece entrar en una zona despojada de análisis, es como si alguien me invitase a dejar los zapatos a la entrada juntamente con los escrúpulos y la necesidad de comprender. Intentar que me resigne a vivir intelectualmente en la bufonería mediática me resulta ofensivo. Si diseñamos una nueva selectividad con esfuerzo y sentido se puede deconstruir con un gesto cómico bajo el telón del nihilismo y las autonomías. Por lo tanto, hay que cuidarla y respetarla mientras sirva a sus fines.  La prueba actual ya no sirve al fin para el que fue diseñada (preparar para el quehacer universitario), por ello, hemos de hacer otra.  La nueva reforma va a alumbrar una prueba que no estresa porque no sirve para nada. Así que las universidades, si quieren mantener el nivel, tendrán que crear un curso introductorio en sus facultades.
Los heridos graves por la cultura mediática exigimos una prueba única para toda España sobre conocimientos y olvidar el folclore.