Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


¡Un semáforo!

13/05/2023

Es lógico que la perfección total, si no imposible, si que es muy difícil de alcanzar, pero es auténticamente inalcanzable cuando no se hace absolutamente nada para conseguirla. Hace ya mucho tiempo que toqué este tema en el que hoy voy a redundar: ¿Por qué, aquí, en Venta de Baños, en el paso que hay que cruzar para llegar a La Briquetera, no se instala un semáforo ya, de una puñetera vez? Un lugar en el que se celebran casi todos los actos culturales, donde hay exposiciones, corales, concursos, teatro, fotografía, donde está la Biblioteca muy concurrida y a la acuden muchos niños... Para cruzar la carretera hay que tener muchísimo cuidado, ya que los vehículos que circulan, de una de las partes sale de un túnel y no anda con los privilegios de ceder paso peatonal porque van a toda velocidad, y por la otra parte, existe el agravante de que siempre hay muchos vehículos aparcados que restan visibilidad al que intenta cruzar. Total que entre unas cosas y otras, tenemos que extremar las precauciones al máximo. Tampoco el pavimento es una delicia, porque los laterales están a prueba de tropezones. Menos mal que algún vehículo pita, pero la mayoría ni se molestan. El pueblo, en unos años, ha dado un giro sorprendente. Cuando yo ejercí mi puesto de Bibliotecaria durante muchos años, la Biblioteca estaba en el propio Ayuntamiento, aquello era un encanto, justo en el centro del Pueblo, en plena plaza Mayor. Ocupaba casi toda la planta baja y, tanto por el lugar como por el local, siempre estuvo muy concurrida. Y en cuanto a lo relativo a semáforos, no se necesitaban, porque no hubo necesidad de atravesar calles, ni pasos subterráneos... ¡nada!: Yo salía de mi casa, cruzaba la huerta de Villaverde y me plantaba en paso a nivel con guardabarreras que, banderín en ristre, no dejaba cruzar al otro lado hasta que una vez pasado el tren volvía a abrir barreras. Y ya está. Es muy importante pensar que el progreso siempre aporta ventajas, pero a veces el trasiego de buscar la perfección no deja lograrla por completo. Tanto los pueblos como la personas, siempre tenemos fallos, pero si se encuentran, y se corrigen, el saborcillo del triunfo es muy gratificante. Y si un día, al acudir a un acto cultural en La Briquetera, me llevo la sorpresa de no poder cruzar la calle hasta que el semáforo me lo permita... diré muy orgullosa: ¡Pues mira, mi súplica no ha caído en saco roto!.