Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Falsa esperanza

07/11/2023

Me resta una ligera esperanza tras lo ocurrido en el caso Rubiales, donde un beso forzado ha tenido más peso que la posible malversación de caudales y otros delitos, según dicen, ocurridos en la Federación de Fútbol. Parece que los españoles no tienen en cuenta las manipulaciones oficiales y de los medios de comunicación palmeros que esconden los intereses de un gobierno, en el que la politización de los temas conduce a justificaciones absurdas. 
Pero leo a Manuel Chaves Nogales, buen escritor, periodista que se definió como librepensador, lo que nos cuenta en A sangre y fuego, un relato sobre la guerra civil española. Narra un episodio real de lo incivil. Una persona, principal dirigente comunista de los Pelotones y Comités de retaguardia, encargados de purgar, castigar y fusilar a quienes no iban al frente, ajusticiando a los fascistas que se quedaban atrás, se encuentra con su padre detenido. 
Dirigente y progenitor son conscientes, aún sin verse, del lugar que ocupan. 
Los amigos del Comité de retaguardia, conscientes en todo momento del parentesco, le preguntan al hijo si quiere sacar al padre de la lista, ya que no importaba demasiado su rescate de la muerte porque no tenían cargos contra él. Pero el hijo no sufría por su padre, ni deseaba librarle del encarcelamiento, las torturas y el posterior fusilamiento. Era indiferente a su puesta en libertad y lo dejó al servicio de la suerte, víctima de una muerte segura. Un hijo que, pudiendo, no rescata al padre.
Su opinión en público era: si ha hecho algo que lo pague: 
Quien tal hizo, que tal pague
Alza la penca y dale.
y lo satisfizo sin la menor prueba contra él. Frialdad absurda de un hijo con el padre. 
Por eso no espero que los españoles hayamos aprendido algo de la película de Rubiales, más allá de los besos inconsentidos. Ocurre, como decía el argentino afincado en Madrid, Ventura de la Vega, al cornudo en El hombre de mundo: 
Todo Madrid lo sabía;
Todo Madrid, menos él.
Los errados y equivocados nunca se darán cuenta del equívoco en el que están metidos.