Ilia Galán

Ilia Galán


Mirar desde lejos

25/03/2024

A menudo nos extraviamos entre las armas del árbol en el que trepamos, donde habitamos como primates buscando frutos, sin darnos cuenta ni de su forma ni de su tamaño y menos todavía del lugar que ocupa. Para mirar bien algo, de vez en cuando hay que alejarse y tomar cierta distancia, lo que puede hacerse mediante la meditación o reflexión o la actitud filosófica, algo que resulta más fácilmente realizable cuando uno se va muy lejos de su país. Al salir del árbol y tomar distancia, podemos contemplar el bosque y lo que hay alrededor del coloso vegetal que nos cobijaba, podemos tener noticia de las diferencias y semejanzas con los demás, del tamaño, de dónde estamos y qué rumbo tomar en nuestro crecimiento personal. Algo así me pasa a mí ahora, en la noche de unos jardines que resuenan a la selva, en el corazón de Kenia, y cuando veo el conflicto del Ayuntamiento y la plaza de Abastos, en Palencia, la asfixia de los comercios, los impuestos, agradezco haber nacido y vivir en España. Cuando uno va a países subdesarrollados se percibe claramente la diferencia y cómo lloramos por naderías, aunque nos afectan y mucho. Hoy estuve, gracias a una linda, inteligente y valiente profesora de la hermosa Strathmore University, Sara Mehrgut, en una enorme ciudad cubierta enteramente por chabolas, zona deprimida de Nairobi de ciento setenta mil almas que habitan este infierno; algunos nunca salen de esos arroyos cubiertos de inmundicias que apestan, donde los niños juegan descalzos, entre ratas e insectos. Bajo las chapas metálicas de este mar de chabolas, donde no se sabe lo que es un parque o un campo de deportes, donde la peste invade con su aroma todo, donde se sobrevive en corrales entre heces y enfermedades, una señora feliz y llena de luz ha hecho crecer la felicidad en muchos, pues decidió, movida por su fe en Jesucristo, fundar una pequeñita escuela con una pequeña cantidad... Ahora tiene varios profesores y voluntarios y a veces hacen de familia, de padres de tantos niños que habitan un abandono horroroso, reciben comida y aprenden a leer, escribir y algunas nociones más. Algunos han llegado a la universidad, como la citada, gracias a becas. Cuando vuelva al árbol, espero no quejarme tanto.