Sari Fedz. Perandones

Al revés

Sari Fedz. Perandones


Con la nariz tapada

12/05/2023

En unos días tendremos que votar. Qué pereza, qué desvarío, qué mal. Estamos inmersos desde hace tiempo en un ambiente político desolador sea cual sea nuestra ideología o tendencia. Hay muchas razones que nos llevan a optar por una sigla u otra. Decía Valle Inclán que él era de derechas por estética. No me parece una razón baladí. Últimamente oír y ver a nuestros políticos nos hace echarnos las manos a la cabeza o a la cara para llorar. La política es una droga dura, un sol cegador que impide ver la cara real del pueblo al que deberían servir: jóvenes, autónomos, parados, migrantes sin techo, ganaderos y agricultores, etc… como una masa informe; son sólo el reflejo incómodo de su incompetencia, de no tener ni idea de por dónde se empiezan a arreglar las cosas, de no entender de prioridades ni, por supuesto, de economía. El poder, sus pactos e intereses, son el único aliento que les invade, su heroína, y nosotros una multitud borrosa que paga impuestos y a los que se les echa pan y quesillo de vez en cuando subidos sobre el otero de su prepotencia. Lo sabemos: la política termina corrompiendo a muchos de los que se dedican a esta 'noble', en principio, tarea. Pero además hoy se ha convertido en una espléndida salida laboral. En esta crisis que sufrimos de nuestra civilización, tenemos que ser conscientes de que un cambio de era está barriendo el mundo. Y es difícil de asimilar. Por eso necesitaríamos políticos formados, sin problemas de empleo, a poder ser económicamente solventes y, a poder ser, decentes. Mucho pedir. Nuestro congreso se ha convertido en un patio de Monipodio, donde se mercadea con nuestro dinero, pero peor aún, con nuestra impavidez y desamparo. Nos han convertido en el producto más ruin de los totalitarismos: gente silenciada, abrumada, abducida por palabras bonitas que apuntan a unas utopías imposibles. Es el nuevo Catecismo, pero al revés. Mentira sobre verdad. Venganza sobre caridad. Insidias sobre perdón. Y despilfarro de lo tuyo y de lo mío, ese robo ladino y felón, que propagan dioses descarados, pero resistentes a todo aquello que no les permita su sobredosis diaria. Lo que les digo. Qué pereza, cumplir con una obligación que te exige la conciencia, en esta tragicomedia que se nos viene encima.