Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


Campaña

21/05/2023

Nos hallamos a la mitad del camino en la campaña previa a las elecciones del 28 y estamos asistiendo a una serie de espectáculos que nos mantienen en un continuo sobresalto. Ya sospechábamos que los componentes del gobierno de coalición iban a ofrecer abundante material a los periodistas que se ocupan de la crónica de la campaña. Con frecuencia oímos quejarse a los ciudadanos de la tendencia a exagerar que suelen tener las crónicas, pero hemos de reconocer que, en esta ocasión, no existe ninguna hipérbole, sino que es el mismo espectáculo que, atónitos y escandalizados, observamos los votantes a quienes tratan de convencer. Pero yo dudo de que el rumbo que está tomando la campaña pueda conseguir sus fines. Dice Andrés Trapiello que la política nacional se está encanallando de manera insufrible. Por una parte, el señor presidente del gobierno nos promete dádivas sin fin a cambio de nuestro voto. Tendremos pisos, viajes,  pagas, entradas al cine disfrutando goces sin fin. Mientras tanto, sus socios de Podemos insisten en aquello que vienen haciendo desde su privilegiada situación: protección al delincuente robapisos a quienes llaman personas en situación precaria para atacar abiertamente a los intentos de desalojo de okupas que consideran intolerable. Y para no torcer el rumbo de su política abiertamente intervencionista, siguen tratando de controlar nuestra vida más íntima y privada, no sólo la sexualidad, sino también la distribución del tiempo dedicado a la vida familiar, mediante una aplicación -la tecnología al servicio del controlador, como en toda dictadura- que dará cuenta detallada de nuestra vida doméstica. Un dato más que añadir a las nefastas leyes decretadas en esa ola imparable de ignorancia, incompetencia y ordinariez. Y, de pronto, irrumpe en campaña otro de los socios gobernantes: Bildu con su vergonzosa lista de aspirantes a ocupar cargos públicos. Esto ha provocado una gran conmoción en la sociedad y es previsible que provoque un importante rechazo en unas elecciones limpias y, por ende, democráticas. Ese encanallamiento que denuncia Trapiello está mostrando su peor rostro: Frankenstein se cobra su trabajo.