El argumento del futbolista o del entrenador de fútbol (o sea, de tipos que saben de qué va el juego) para asegurar que es penalti la mano de Sergio Busquets ante el Atlético de Madrid es banal y ridículo: «Es que a mí me la pitaron» o «ya se han señalado penaltis así». Lo que recuerda al tipo que se escandaliza y monta en cólera porque ha estacionado el coche en zona prohibida «porque había otros»… y le han multado: en lugar de asumir el castigo por un error propio, los quiere para todos o amnistía general. Y la vida, como la Justicia, no va de eso. Pedir penalti por manos de Busquets es adulterar el fútbol. En la foto, en cada repetición, hay un tipo que está de espaldas al balón, que no puede saltar porque chocan con él, y que fruto de ese choque se desequilibra y abre los brazo, y la pelota, que no se dirigía ni a puerta ni a ningún lugar peligroso, le toca ligeramente en el codo. Sigan...
Hace dos años, nadie hubiera reclamado mano. O sí, pero el árbitro y los rivales y puede que algunos compañeros le hubiesen dicho «anda, calla y sigue jugando». Pero ahora se piden todas porque se han pitado hasta las más inverosímiles: aquellas «involuntarias» que no eran, aquellas «en posición natural» que no eran, aquellas «ridículas e inofensivas» que no eran, aquellas «que no cortaban jugadas de peligro»… y no, no eran. En dos o tres temporadas los 'jefes de la norma' han retorcido el reglamento hasta la náusea, convirtiéndolo en una parodia donde puede caber y cabe de todo. Incluso penaltis por manos como la del pasado domingo por la tarde en el Camp Nou. Igual el primer paso hacia la normalización de este caos, antes incluso de que esos 'jefes' arreglen el desastre que han provocado, es que los profesionales dejen de alimentar la polémica reclamando estas jugadas.