Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


Neopuritanos

01/05/2023

Hace tiempo, pseudointelectuales de la corrección política o puritanos de izquierda llegaron a la conclusión de que las sociedades occidentales eran inmorales y opresivas; y, por tanto, había que desmantelarlas para acabar con los privilegios de algunos grupos sociales. Así que hoy es imposible defender la normalidad y la excelencia, al contrario, lo irracional y el esperpento tiene su acomodo: se reivindica la obesidad mórbida, se rechaza la meritocracia, porque llevarían ventaja los más trabajadores o mejor dotados… 
Hay dos instrumentos para realizar esto: el primero, es colapsar el espacio público como lugar de diálogo racional; dando paso a lo sentimentaloide y la subjetividad de la verdad: las algaradas en el parlamento y las diatribas en los medios de comunicación son ejemplos claros donde el diálogo racional se trasforma en un avispero y las pasiones se hinchan hasta explotar en insultos… El segundo, es la destrucción del lenguaje. Según estos, el lenguaje no es más que reflejo del patriarcado tradicional, por eso, proponen un nuevo lenguaje inclusivo y artificial; de este modo, piensan, se erradicarán los grupos sociales marginados y desfavorecidos. Esto es exactamente lo que hacen los sistemas totalitarios que hemos conocido: inventan palabras nuevas con clara intención política, destruyen el significado de otras y marcan con la banderita de «machista» o «fascista» las que utilizan los demás. Se convierten en vigilantes del lenguaje puro y correcto, además de indignados. Pero el cambio del lenguaje tiene como finalidad hacer que otra forma de pensar, diferente de la suya, sea imposible. Controlando el lenguaje controlamos el pensamiento.
Los tiempos electorales son tiempos privilegiados para el análisis de los comportamientos de los aspirantes al poder. El puritanismo de lo políticamente correcto es una práctica cultural que busca la destrucción de la reputación, la censura e incluso la sanción penal de las personas o de las instituciones que desafían o ignoran su ideología  de identidad.  Bajo la defensa de grupos que se consideran víctimas del poder patriarcal, se esconde una amenaza totalitaria para nuestra libertad. Los Robespierre siguen vivos.