Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


El mundo al revés

05/05/2023

Me sorprende, seguramente como a muchos de ustedes, el rumbo que ponen a todo quienes vienen empujando por detrás, hasta el punto de que ahora, para darle gusto a una legión de gente, hay que eliminar canciones, carteles, libros, escenas de películas y a los personajes y actores que les dieron vida, porque eran, según las impresiones de esta nueva cosecha de políticos, unos retrógrados, tuercebotas y machistas. Qué mundo tan sensible vamos a crear que hasta tengamos que dejar de hacer cosas o expresarnos como cada uno lo entienda mejor sin ofender al resto. El Instituto de las Mujeres, dependiente del Ministerio de Igualdad, ha instado a una bodega leonesa a retirar una valla con la imagen de un cuadro de una mujer en bikini, por considerar que «cosifica» a la mujer y la presenta como «un objeto sexual». La valla publicitaria fue colocada a la entrada del municipio de Molinaseca (León) hace diez años, y anuncia un tipo de vino de la bodega berciana Almázcara Majara. La mujer aparece de espaldas, con un bikini de corazones. Josep Moscardó, que se presenta en internet como uno de los pocos artistas que pintan todavía al natural y captan lo poético de lo cotidiano, que es el autor de aquel diseño, procura quitarle hierro a este afán del Ministerio por derribarlo todo: «Es absurdo, es casi un dibujo de verano infantil». Javier Álvarez, uno de los propietarios, mostraba su disgusto e impotencia y mucha gente sigue preguntando si tiene algo que ver el cuadro con ese trato vejatorio en el que parecen haber caído el autor y los dueños de la bodega. Para el Ministerio son unos maltratadores. Su pintura humilla y degrada a la mujer. Atentan contra sus derechos y su dignidad. ¿Y no se atenta contra los derechos y la dignidad de las personas en tantos programas de televisión? ¿No se utiliza a las personas cuando se anuncia un perfume, una crema, una ropa, y en lugares de mayor audiencia? ¿No se las maltrata a puertas cerradas? Eso es lo que hay que cambiar, si se puede, y no un cartel o un anuncio que, según esta banda cada vez más grande de inspectores y controladores, nos lleva a imaginar lo que no debemos decir o hacer. Incluso sin cartel, sin libros ni lecturas, a nadie le pueden detener todavía porque haya pensado en algo prohibido o peligroso, que eso parece ser ya el empeño de quienes se pegan cada vez con más saña por gobernar y controlar.