Territorio comanche

G. F. A. (SPC)
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Las Fuerzas de Seguridad y los jueces contradicen el relato del Gobierno al afirmar que los narcotraficantes «campan a sus anchas» en el Campo de Gibraltar, donde fueron asesinados dos guardias, por falta de medios

Territorio comanche - Foto: GUARDIA CIVIL

Es una guerra sin cuartel. Los narcos llevan años intentando convertir el Campo de Gibraltar en un territorio sin ley… y de momento están ganando esa batalla. La afirmación no es gratuita, pese a que la visión del Gobierno sea mucho más amable. Lo aseguran quienes pelean en primera línea contra estas mafias: guardias civiles y también policías. Lo han vuelto a recordar ahora, tras la muerte de dos agentes de la Benemérita al ser embestidos por una potente narcolancha en el puerto de Barbate. Y no son los únicos. Los fiscales también contradicen el relato del Ejecutivo y denuncian la falta de medios, judiciales y policiales, para hacerles frente.

El Campo de Gibraltar, con sus más de 270.000 habitantes, tiene una idiosincrasia particular con el narcotráfico exhibiendo músculo y marcando presencia en todos los ámbitos. Por la zona más próxima al peñón y por las costas que forman la Bahía de Algeciras transitan a diario las narcolanchas que transportan fundamentalmente hachís desde las cercanas playas de Marruecos a poco más de 14 kilómetros en su punto más estrecho.

El contrabando no es algo nuevo para sus gentes. Conviven con él desde hace más de 40 años. En un recorrido paralelo al que se vivió en Galicia, primero fue con el tabaco, luego con el hachís y ahora la cocaína también ha entrado en el juego. 

El problema cada vez más grave es que en los últimos años los narcos se han venido arriba, sintiéndose dueños y señores de la bahía gaditana. Son clanes enteros viviendo -como reyes- del tráfico de drogas. Los Pantoja, Los Chachos, Los Peludos y más recientemente Los Castañas o nombres propios como el marroquí Abdellah El Haj, más conocido como el Messi del hachís, son nombres muy en la zona y habituales en las páginas de los periódicos. 

Su descaro ha ido en aumento, en la misma progresión que su enriquecimiento personal. Se enfrentan abiertamente a las fuerzas de seguridad del Estado, apedrean patrullas, tratan de impedir incautaciones, agreden a agentes a los que reconocen cuando están fuera de servicio y hasta fueron capaces de sacar del hospital a un narco que estaba custodiado allí tras sufrir un accidente y ser detenido.

Los capos de la droga, vistos todavía por muchos como una especie de Robin Hood, se han convertido en ídolos para jóvenes seducidos por su ostentación de poderío económico con ropa de marca, joyas carísimas, coches de lujo y, también, por el miedo que infunden. 

Es una imagen distorsionada, sin duda, pero que también está ganando el relato y provocando la proliferación de delincuentes mexicanizados, que se sienten impunes ante la ley y han intensificado sus acciones violentas. «El traficante de antes tenía un respeto, unos códigos. No quería problemas con la policía o la guardia civil. En la persecución del gato y al ratón, cuando el gato cogía al ratón, el ratón se resignaba, no se enfrentaba. Ahora no», relatan fuentes de la lucha contra el narcotráfico en la zona.

Desgraciadamente, esa locura kamikaze mostró días atrás su rostro más trágico cuando la narcolancha de 14 metros de eslora, cinco toneladas de peso y casi 1.000 caballos de potencia (más que un Fórmula 1) conducida por Kiko El Cabra (el mote ya es muy ilustrativo) arrolló mortalmente la zódiac de 500 kilos conducida por una patrulla de la Guardia Civil, mientras su acción era jaleada desde el puerto por decenas de personas que asistían a la persecución como si fuese un espectáculo.

David contra Goliat

Lo sucedido, desgraciadamente, se veía venir como reconocen los implicados directamente en la lucha contra estas mafias. «Los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se juegan la vida todos los días en esta provincia. Es una situación muy alarmante, esto se está desbordando. Está la provincia llena de narcolanchas que se usan no solo para el tráfico de drogas, sino para el tráfico de inmigrantes», denunció abiertamente la fiscal antidroga de Cádiz, Ana Villagómez.

 «Campan a sus anchas», reconoció con pesar. Y lo hacen, básicamente por la falta de medios para combatirlos. 

Tras la muerte de sus dos compañeros en Barbate, las asociaciones de guardias civiles reclamaron la dimisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por el «desprecio» demostrado a los agentes que libran este combate desigual al no haber incrementado su seguridad pese a estar avisado de que iba a «ocurrir una desgracia»

«Se sienten impunes, piensan que no les va a pasar nada porque de hecho no les pasa nada», aseveró. «Cuando llega el juicio, les ponen una pena de tres años, pero hasta que llega están en libertad y siguen con más narcolanchas. La sensación es de impunidad, de que es una lucha de David contra Goliat», describió.

El colapso judicial es otro elemento que juega a favor de los narcos y favorece ese territorio comanche en que ha devenido la zona. Lo detalla el fiscal jefe de Cádiz, Ángel Núñez, poniendo el acento en la preocupante carencia de recursos en el ámbito policial y judicial. «Estamos luchando en absoluta inferioridad», admite.

 «Ellos tienen todos los medios a su disposición y la Guardia Civil no cuenta con medios similares. Además, el problema es que hay muchas operaciones policiales que acaban en un cuello de botella en los juzgados por un sistema procesal del siglo XIX. Los procedimientos se eternizan y no hay una respuesta inmediata», detalla. 

El punto de vista de la Guardia Civil también está marcado por esa sensación de desamparo. «El narcotráfico ha repuntado de forma salvaje, con clanes muy organizados, prácticamente al estilo de un cártel». Aseguran que actúan con tanta violencia que «se corre el peligro de perder el Estado de Derecho».

La Benemérita y la Policía lo tienen claro:urge trazar un nuevo plan de lucha contra los señores de la droga que de verdad dote de medios suficientes para atajar el problema.

Un 'piloto' de la droga gana hasta 30.000 euros por viaje

En ese gran microcosmos vinculado a la droga que florece en el Campo de Gibraltar, los empleos más cualificados y, por tanto, los mejor pagados, son los que tienen que ver con el transporte, es decir, los de los conductores. Un buen piloto de narcolancha puede ganar 30.000 euros en dos horas, lo que se tarda en ir y volver desde las costas marroquíes. Las lanchas son capaces de llevar a bordo entre dos y cuatro toneladas de hachís. El copiloto de la lancha gana algo menos de la mitad, más o menos lo mismo que obtienen los conductores de los todoterreno que llevan los fardos con droga a las caletas, a los escondites donde se oculta hasta que el comprador se la lleva.

A este perfil responde Kiko El Cabra, el piloto de la narcolancha que mató a los dos guardias. El Cabra pertenece a una nueva generación en las redes del narcotráfico cuya presencia proliferó desde la disolución en 2022 del Órgano de Coordinación contra el Narcotráfico, más conocido como Ocon-Sur. Era un grupo de élite de la Guardia Civil formado por 150 agentes.

A finales de 2022 el Ministerio del Interior de Grande-Marlaska lo suprimió -nunca se concretaron las razones- y su eliminación coincidió, subraya la Benemérita, con un descenso de las grandes operaciones contra las redes del narco, un alza en la violencia contra los agentes y el aumento de armamento de guerra en manos de los traficantes.

 

[Uno de los detenidos en el asesinato de los dos agentes en Barbate. / EFE]

El PP, ahora, ha pedido aclarar en el Congreso si bajar esa presión policial fue a cambio de que Rabat colaborará más con la inmigración.

El año pasado la Asociación Española de la Guardia Civil puso cifras, con datos de la fiscalía, a los efectos de su desaparición: 1.000 delincuentes menos detenidos, la aprehensión de 21.000 kilos menos de hachís y la intervención de la mitad de embarcaciones y vehículos a estas redes. Además, se identificaron 548 naves, pero solo se capturaron 24 con drogas a pesar de tener constancia que 102 llevaban hachís y que se detectaron 138 con gasolina para abastecer a las planeadoras.

Los traficantes disponen de dinero y de los mejores medios para expandir su negocio. Las cifras son reveladoras. En Marruecos se compra el kilo de hachís a unos 700 euros y nada más cruzar los 14 kilómetros del estrecho ya se vende a 1.700 euros. Se calcula que por esas costas del sur llega el 70 por ciento del cannabis que se consume en todo el continente. Mucho dinero en juego.