Los Presupuestos Generales del Estado para 2022 han pasado el primer filtro político. Los socios de gobierno se han puesto de acuerdo y ahora esperan convencer a los grupos necesarios para que salgan adelante en el trámite parlamentario. De momento, el precio ha sido una Ley de Vivienda que es de todo menos preciosa, a pesar del piropo que le dedicó el martes la ministra Montero. Ahora veremos qué más precios hay que pagar para que Sánchez siga en La Moncloa. En todo caso, desde el punto de vista económico son un auténtico dislate, una orgía de gasto y una previsión de ingresos que, a pesar de la subida de impuestos, son de aurora boreal.
El Gobierno sigue a estas alturas manteniendo su previsión de crecimiento económico tanto para este año como para el que viene, cuando ya se da por descontado que no se podrá cumplir. Y, a pesar de todo, el déficit y la deuda pública siguen desbocados y la tasa de paro aún se situará prácticamente en el 15%, el doble de la media de la Unión Europea. Tanta política social, tanto bono y tanta propaganda para que sigamos un año más siendo el farolillo rojo en materia laboral, continuemos con un sistema público de pensiones que ha roto las costuras y un mercado laboral lleno de temporalidad y de empleo público.
A pesar de todo ello, el Ejecutivo sigue vendiendo como un éxito gastar a todo tren, machacar a familias y empresas y encomendarse a Europa para que este año sí nos dé algo más de 27.000 millones que ya han sido incorporados, a pesar de que este 2021, por lo menos hasta el momento únicamente han llegado 9.000 millones de los 27.000 prometidos. El Gobierno niega que vaya a haber adelanto electoral. Sin embargo, quién lo diría si se analizan las mayores partidas de gasto: pensionistas, empleados públicos y jóvenes. Toda una señal, aunque se insista en que no toca. Y en teoría es así. No obstante, va a ser difícil manejar una situación de precios altos de la energía y de las materias primas unido a la escasez de muchos componentes. La industria está tocada y puede acabar dañando a la muy incipiente recuperación. Señora Calviño, ¿esta reflexión para cuándo? Nada de esto está contemplado en unas cuentas públicas alejadas completamente de la realidad. Y es que el Gobierno hace ya mucho tiempo, demasiado, que vive en una realidad paralela, alejada de los problemas reales de los ciudadanos, aunque ahora sorpresivamente quiera camelarnos con caramelos envenenados.