La lucha en el ADN minero de Guardo

Rubén Abad
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Hace veinte años ocho trabajadores se encerraron en el Ayuntamiento de Guardo en señal de protesta contra los despidos. La lucha, que incluyó una huelga general, se mantuvo hasta que Uminsa readmitió a los 16 obreros de Antracitas de Velilla

La lucha en el ADN minero de Guardo

La lucha obrera, la reivindicación y la voz alzada contra las injusticias sociales han formado parte históricamente del ADN de la comarca de Guardo, por convicción y por necesidad. En ella, sus vecinos pelearon siempre, y de qué manera, por mantener a flote el sector minero en un territorio en el que ya nada es igual sin carbón.

Son tantos los ejemplos que haría falta una edición de este periódico especial para resumirlos todos. De uno de ellos se cumplieron el jueves exactamente ahora veinte años: el encierro de ocho mineros en el antiguo Ayuntamiento de Guardo en señal de protesta por dieciséis  despidos que había comunicado días atrás la compañía Unión Minera del Norte (Uminsa).

Aquel fue un encierro «meditado» ante lo que en su día calificaron como «postura hermética» de la empresa y el «escaso apoyo» mostrado por las administraciones. Así lo relataban desde un salón de plenos municipal que hicieron su hogar por espacio de quince días.

Uno de aquellos trabajadores del Grupo Velilla que se instaló en la casa consistorial fue el presidente del comité de empresa y actual secretario comarcal de UGT, Carlos Mesa. Recuerda aquellos días como «un trago amargo difícil de digerir». Y es que, según recuerda, Victorio Alonso (propietario de Uminsa) «quería suprimir los acuerdos que desde hace más de cien años se habían conseguido en la industria minera  palentina».  En concreto, era su intención eliminar los destajos y ampliar la jornada laboral.

Desde allí fueron testigos indirectos del devenir de las jornadas sucesivas, entre las más difíciles de sus vidas en lo laboral. Tan solo 24 horas después, fueron conocedores del despido de dos nuevos compañeros a punto de prejubilarse.

HUELGA GENERAL

Ya no había marcha atrás. La empresa seguía en sus trece y la situación se volvía más tensa por momentos. Fueron unos días duros y muy difíciles de superar. Tanto, que los protagonistas aún lo recuerdan como si no hubieran pasado dos décadas. Tanto tiempo que de aquellas hasta se podía fumar en los edificios públicos.

CCOO también se «volcó» con los mineros encerrados, como señala su secretario comarcal, JoséRamón Pelaz. «Les estuvimos apoyando en todo momento, atendiendo sus necesidades y escuchando y haciendo nuestras sus reivindicaciones», señala dos décadas después.

Aquel día, el número de trabajadores a los que se había finiquitado su contrato ascendía a 16. Una cifra que, para los responsables regionales de los sindicatos mayoritarios, podría seguir creciendo. Afortunadamente, los pronósticos no se cumplieron. Dieciséis familias ya eran más que suficientes.

Aquello derivó en la convocatoria de una huelga general en la comarca minera. Sería un parón de 24 horas en todos los municipios ligados al carbón, desde Guardo hasta Barruelo de Santullán, pasando por Velilla del Río Carrión, Santibáñez de la Peña y Cervera de Pisuerga.

El 15 de enero, tres días después del encierro, tuvo lugar la primera  gran concentración en la plaza del Ayuntamiento. Allí se reunieron más de 1.300 vecinos para arropar con su presencia a las «16 víctimas de los oscuros motivos de Uminsa». El día 22 llegaría la huelga general, con una gran manifestación que secundaron 3.500 personas. Guardo, Velilla y Santibáñez pararon por completo su actividad en solidaridad con los trabajadores afectados y sus familias. 

FIN AL ENCIERRO

Los ocho mineros del comité de empresa pusieron fin a su encierro 15 días después, al anunciar la compañía su readmisión con una sanción en forma de suspensión de empleo y sueldo de 42 días. La salida se concibió entonces como una «batallla ganada». Nada más lejos de la realidad. Aquel fue solo el principio del fin de un sector del que hoy no queda ni rastro. Hasta la térmica ha cerrado.