Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


Entre el pesebre y el madero

15/04/2023

El pasado Domingo de Ramos pusimos broche a ese intermedio que  existe desde que cantábamos el  Eeea, que eres como una peeerla -y no podemos llamarlo broche de oro porque ahí juegan su baza ambas  partes-, y la segunda, la de los tararús, que nos pone muy tristes y se encarga de sacar a flote la parte sentimental, logrando la rara combinación de que duela y guste al mismo tiempo. Todo cambia, todo se cuela  entre los entresijos de lo que  conocemos como progreso. Pero gracias a Dios -y nunca mejor dicho- los temas relacionados con el Cielo, ahí están y ojalá que sigan estando porque al menos serán un freno al desenfreno y a los muchos tubos de escape, algunos de ellos de fatales consecuencias. Aquel chiquirriquitín y pequeñín de nuestro precioso villancico palentino, creció, se hizo hombre y nos le incrustaron a machamartillo en una Cruz. Y todo ello en un pis pas, aunque la metamorfósis no ha podido caer en mejores manos. Dios, desde las alturas, nos impone unas leyes que tenemos que reconocer que si no fuera por ellas, el desmadre desmadradísimo que se adueña del mundo ya nos hubiera mandado a todos a la guillotina. Así, menos mal que entre col y col surge la lechuga. Sí, claro, surge el: Porque Dios lo ha querido así... Vamos a suplicarle al  Cielo que... Voy a rezar para... ¡Ay, Dios mío... A ver si quiere Dios... Y así conseguimos que nuestra parte negativa se convierta, gracias a su mano tendida, en ese ir tirando que produce el conformismo, que nos sosiega entre trancas y barrancas. Por eso yo querría que jamás se acaben las procesiones... los tururús, los desplazamientos para poder disfrutarlo..., que sigan las saetas... ¡Todo, todo lo relacionado con Semana Santa! Así, mientras miremos nuestro ancestral tipismo religioso, dejaremos de ver tanta gente no muerta, matada, como lo mataron a ÉL, pero con el agravante de que no prevalecerá su recuerdo a través de los siglos, como prevalece el Cielo en nuestra parte espiritual. Yo he visto emocionarse ante el paso de una procesión a un gran amigo, muy poco amigo de todas estas cosas. Y lo digo, porque tuve que tenderle mi pañuelo. Y si un motivo, el que sea, enternece un corazón, el que sea, pues... ¡bendito sea el motivo!