Antonio Álamo

Antonio Álamo


Unanimidad

16/03/2023

Una de las escasas ocasiones en las que alguien concitó una unanimidad casi absoluta se produjo en 1959. Fue en Estados Unidos. El autor de aquella proeza fue Elvis Presley, ídolo juvenil y terror de padres, y su compañía discográfica, RCA Victor, la materializó editando un disco con un título explícito: 50 millones de fans no pueden estar equivocados. Fue un éxito pese a que aquel vinilo recogiera una recopilación de las grabaciones de los dos años anteriores. Casos como el suyo no volvieron a repetirse, entre otras razones porque es muy difícil poner de acuerdo a 50 millones de personas.
España, con solo 47,5 millones de habitantes, está a punto de superar a Estados Unidos. Contra todo pronóstico acabamos de lograr, 64 años más tarde, una unanimidad similar gracias no a un cantante sino a una secretaria de Estado. La del Ministerio de Igualdad. La única diferencia entre ambos hitos es banal ya que aquí en vez de amantes del rock & roll han sido columnistas de diferentes linajes y condición quienes se han expresado con uniformidad sobre la antología de manifestaciones de este alto cargo -o alta carga, si se usa la neolengua en boga- durante los dos últimos años. Las más recientes afectaron a la madre de un político y a la herramienta Satisfyer, a la que catalogó como «máquina de matar fascistas», cosa que por otra parte ya atribuyó Woody Guthrie a otra herramienta, su guitarra, hace ochenta años.
Que no innove no importa. Que las leyes elaboradas en su departamento muestren carencias técnicas sí importa un poco. Que no usen filtros en las relaciones es una reiteración incómoda aunque tolerable. Que el día en que la naturaleza derramó el don de la retórica sorprendiera a algunos o algunas viajando en el metro carece de importancia porque no siempre se está en el lugar y momento adecuados. Pero cuando el lugar y el momento son un ministerio y un día como hoy parece más oportuno ocuparse de los asuntos públicos, más que nada porque estos se gestionan con el dinero de cada uno de los ciudadanos, ciudadanas y ciudadanes. Lo otro -lo de las gracias ingeniosas, extravagantes o atrabiliarias- queda mucho mejor en medio de una noche de ingesta privada de canutos y brebajes de seductora graduación.