Antonio Álamo

Antonio Álamo


Lenguas

21/09/2023

El uso de catalán, euskera y gallego como lenguas cooficiales en España es ya una realidad en el Congreso de los Diputados. Pronto sabremos si también la Unión Europea aceptará la tesis del actual gobierno en funciones, entre otras razones porque tiene cierta complejidad, no se ha ofrecido a la sociedad suficiente explicación sobre su contenido y porque, para colmo, prioriza el catalán, cuestión que en algún momento provocará malestar entre quienes usan las dos restantes. Será muy interesante conocer la opinión de gallegos y vascos a tenor de la diferencia preferencial que se barrunta pese al secretismo que rodea al asunto. Por lo demás, tampoco es para preocuparse… los historiadores aclararán lo que sucedió, cómo se gestó y por qué se hizo.
No pasa nada y todo indica que, como ocurre con los aguaceros, en algún momento escampará y las disparidades actuales de criterio se reducirán a enfrentamientos verbales de tono más o menos tolerable. Que una persona sea bilingüe y pueda expresarse de varias formas no parece ser una cortapisa o un demérito sino más bien una suerte y de hecho si hay periodistas que manejan con idéntica soltura dos lenguas pues mejor que mejor. Hay ejemplos… la misma periodista cuyas columnas publica El Norte de Castilla en español redactaba páginas enteras en gallego en el Diario Pontevedra hace siete años. En resumen, algunos políticos deberían tener más amplitud de miras y en vez de obcecarse con el uso de varias lenguas por lo pronto deberían perfeccionar la única que conocen. Da vergüenza escuchar ciertas construcciones gramaticales.
Y otro ejemplo. Hace casi cincuenta años, en 1976, por Salamanca pasó Le Baden Skiffle (la entrevista, en la hemeroteca de La Gaceta Regional), un grupo belga de folk cuyo bajista, Bernard Thiry, estaba al corriente de una cuestión que en su país siempre fue un foco permanente de conflicto: el idioma. Originario de Namur, contaba que quienes como él se expresaban en valón, variante dialectal de una de las tres lenguas cooficiales del país, no tenían problemas aunque sabía de sobra que si bien no todos estaban de acuerdo ante formas diferentes de expresarse al menos sí coincidían en que había que convivir. Que se sepa, Bélgica no se ha roto.