Deconstrucción independentista

EFE
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Ocho partidos separatistas concurrirán, de momento, a los comicios autonómicos del próximo 14 de febrero, un fiel reflejo de la desunión de un frente cada vez más polarizado

Deconstrucción independentista - Foto: asanmarti

Hasta ocho papeletas distintas podría llegar a encontrar un votante independentista en las elecciones catalanas previstas para el próximo 14 de febrero, una cita a la que el soberanismo catalán acude más atomizado que nunca y sin una hoja de ruta compartida que indique cómo continuar el procés.

Tres años se cumplieron recientemente de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), tras la cual el Gobierno de Mariano Rajoy aplicó el artículo 155 de la Constitución y suspendió el autogobierno catalán.

Lejos de haberse cimentado su unidad de acción tras aquellos meses convulsos que acabaron con penas de prisión o huidas al extranjero por parte de los principales líderes del procés, la división sigue lastrando a unos partidos independentistas que se miran de reojo.

Los recelos acumulados entre los socios del Govern, JxCat y ERC, y sus estrategias divergentes han agriado su relación en una legislatura plagada de encontronazos y que termina, eso sí, con una apelación común para los próximos comicios: su objetivo es superar el 50 por ciento de los votos para que sus reivindicaciones ganen legitimidad.

Junts, Esquerra y la CUP volverán a ser las tres principales fuerzas independentistas que concurrirán a las elecciones catalanas, aunque esta vez el abanico de opciones podría multiplicarse.

Uno de los partidos aún sin destino claro es Demòcrates -formación surgida de una escisión de la extinta Unió, abanderada de la vía unilateral y que cuenta con dos diputados integrados en el grupo de ERC-, que defiende un frente común independentista, aunque está dispuesta a presentarse por separado si no hay una lista unitaria.

Otra posible nueva papeleta en las mesas electorales sería la del PDeCAT, que busca representar un independentismo de centroderecha pragmático -con la exconsellera Àngels Chacón como candidata- y que ha roto con el espacio de JxCat que lidera el expresident Carles Puigdemont, que quiere difuminar su vinculación a la formación heredera de la antigua CDC, asediada por el caso 3 por ciento.

En el flanco del catalanismo moderado, Convergents -comandado por el exconseller Germà Gordó-, Lliures (encabezado por el exdirigente de CDC Antoni Fernández Teixidó- y la Lliga Democràtica impulsada por la politóloga Astrid Barrio han acordado un decálogo como base para elaborar un programa electoral conjunto y han invitado a otras fuerzas a formar una «alternativa electoral de centro amplio».

Quien ya ha dejado clara su voluntad de competir en solitario es el Partit Nacionalista de Catalunya (PNC), de la exsecretaria general del PDeCAT Marta Pascal, mientras que también impulsará su propia lista Primàries Catalunya, formación minoritaria que agrupa a sectores partidarios del unilateralismo muy críticos con Junts per Cat y Esquerra.

Esta fragmentación podría matizarse antes de la cita electoral si cristalizan pactos para intentar agrupar algunas de las siglas.

Ha habido contactos a lo largo de esta legislatura entre JxCat y Demòcrates: los de Puigdemont quieren ampliar su oferta para abarcar a los sectores alineados con su estrategia de confrontación con el Estado, mientras que los hasta ahora aliados de ERC se han ido distanciando del pragmatismo de los republicanos.

Las fuerzas del soberanismo moderado, por su lado, corren el riesgo de neutralizarse y quedar fuera del Parlament si rehuyen una lista única.

PDeCAT y PNC están ideológicamente muy cerca, pero las heridas entre Pascal y su antiguo partido aún no han cicatrizado, mientras que la tríada Convergents-Lliures-Lliga Democràtica intenta ampliar su fórmula unitaria, pero de momento sin éxito, por lo que podrían acabar buscando otra geometría de alianzas.

Pocas opciones

La última encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat arroja luz sobre las posibles consecuencias de esta disgregación: solo ERC (35-36 escaños), JxCat (31-32) y la CUP (6-7) acabarían logrando, como ahora, representación en el Parlament.

Más preocupante aún para los intereses de esas fuerzas sería el hecho de que el independentismo se mantendría en el 47,7 por ciento de sufragios, cifra similar a la de elecciones anteriores y que frustraría su aspiración de superar la barrera simbólica del 50 por ciento.

Logren o no representación otras formaciones más pequeñas, la verdadera pugna la volverán a protagonizar JxCat y ERC, con la vista puesta en la Plaza Sant Jaume: su pacto no escrito establece que si el independentismo suma mayoría de escaños, la fuerza más votada ocupa la Presidencia de la Generalitat.

El desgaste de los últimos años, especialmente traumáticos, para ambos partidos -con sus principales líderes encarcelados o en el extranjero- ha hecho más evidente el divorcio que se gestaba en los pasillos de la Cámara autonómica, en las reuniones del Govern o en el distanciamiento creciente entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras.

En juego está el liderazgo del independentismo y en quién decidirá los tiempos del proceso soberanista: JxCat y su estrategia de confrontación inteligente con el Estado, o ERC y su apuesta por abrir vías de diálogo con la Moncloa.

Ambas formaciones buscan a su presidenciable: los republicanos parecen tenerlo más claro, con un Pere Aragonès asentado al frente de la formación y ahora reforzado públicamente como vicepresidente con funciones de president tras la inhabilitación de Quim Torra.

En Junts per Catalunya solo hay dos candidatos para las primarias (el plazo para la presentación de candidaturas expiró el pasado miércoles):la portavoz en el Congreso, Laura Borràs, y el conseller de Territorio y Sostenibilidad, Damià Calvet. De forma sorprendente, Carles Puigdemont renunció esta semana a ser el candidato efectivo. No obstante, estará en las listas, algo que solo se explica si el gerundense quiere refugiarse en el aforamiento.